Miles de seguidores de Marco Simoncelli habían pasado los dos días antes del entierro por la capilla ardiente a despedirse de Sic. Cientos y cientos acudieron ayer, en Coriano, el pueblo donde vive su familia, para darle el último adiós en la iglesia de Santa María Assunta. Y fue allí, en el altar, donde el obispo de Rimini, Francesco Lambiasi, le dijo al piloto: “El sábado, en Sepang, dijiste que querías ganar la carrera para que el mundo te pudiese ver en lo más alto del podio. Hoy ya estás en lo más alto del podio. Más no puedes estar”.

La despedida a Sic, Diobo, como solía gritarse él, fue pura emoción y, sobre todo, una concentración de gente del motor, de apasionados por las carreras y de amigos de Simoncelli, que abandonó la iglesia mientras su amigo, el cantante Vasco Rossi, entonaba Siamo solo noi, la canción que Sic oía en la parrilla.

ABRAZO DE PAOLO Y JORGE // Rodeando a Sic estaba su familia. Su padre, Paolo, que se mantuvo con la entereza de siempre y cuyo abrazo con Jorge Lorenzo fue de lo más hermoso de la despedida (algo lindo debió decirle el mallorquín para que papá Simoncelli esbozase una sonrisa); su madre, Rossella; su hermana, Martina, y su novia, Kate. Y, alrededor de todos ellos, Valentino Rossi, Giacomo Agostini, Àlex Crivillé, Sete Gibernau, Toni Elías, Loris Capirossi, Andrea Dovizioso, Randy de Puniet y muchos otros pilotos. “Te recordaré siempre y perdóname por haber discutido contigo”, dejó escrito Lorenzo en el libro de la capilla de Coriano.

“Yo sé lo que ha ocurrido”, comentó su novia, Kate, rodeada de todos los pilotos amigos: “Marco era perfecto y las personas perfectas no pueden vivir entre nosotros, que somos personas comunes”. Fue su último homenaje. H