Una de las mejoras que ha logrado el Submarino, con el paréntesis de la Champions, es la estabilidad defensiva. Con el paso de los partidos, los rivales no lo tienen tan fácil para fusilar a Diego López como sucedía antaño, aunque todavía restan por pulir defectillos. El gran problema es que este Villarreal ha perdido glamour en el centro del campo. No destila ni exhibe esos toques de distinción que convertían sus encuentros en un espectáculo o una exaltación del buen fútbol. Y este equipo no sufre, pero tampoco consigue que el contrario lo haga. El Villarreal todavía se halla inmerso en la búsqueda de esa identidad perdida. En estos momentos es un enfermo que pretende curar su crisis de amnesia con estímulos que hagan más corta la recuperación. La estabilidad defensiva forma parte del tratamiento. La llegada de resultados positivos también.

SIN INSPIRACIÓN // El juego ofensivo se resiente de la escasa aportación de hombres que deberían ser claves como Jonathan de Guzmán. El Submarino no posee esa inspiración que la temporada pasada le llevaba a decidir partidos con apenas una genialidad. Ahora es un equipo más gris, más previsible y mucho menos brillante. Cornellà bostezaba, porque ni Espanyol ni Villarreal ofrecían argumentos para la diversión. Solo el paraguayo Hernán Pérez se resistía a caer en la vulgaridad. La velocidad y el regate del internacional guaraní fueron de lo poco notable de una tarde austera en cuanto a detalles técnicos. Y las dos mejores jugadas del choque salieron de sus botas. Uno a uno, fue eliminando contrarios hasta plantarse solo en sendas acciones. Una no fue aprovechada por el argentino Marco Ruben y en la segunda el tiro, al segundo palo, se le marchó fuera.

MEJORÍA CON ÁNGEL // Juan Garlos Garrido dio entrada a Ángel como mediocentro y al Villarreal le crecieron de repente las neuronas. El canario le dio más empaque a la creación del Submarino. Pero el gol se cotiza muy alto para un bloque que ha perdido a sus dos grandes referencias ofensivas, Rossi y Nilmar. Son dos ausencias que acusaría cualquier equipo puntero de las ligas europeas.

El Espanyol se quedó con diez jugadores durante casi veinte minutos, pero ambos conjuntos firmaron un pacto tácito: el empate era bueno para Espanyol y Villarreal. Para las aspiraciones europeas del Submarino, el 0-0 de ayer es poca renta, sin embargo, para las actuales circunstancias de este equipo el de Cornellà se antoja un buen botín. H

El punto de ayer puede parecer bueno o malo según el cristal con el que se mire. Si la botella es de champagne de glamour, el empate es insuficiente para un Villarreal con aspiraciones europeas y que todavía anda muy lejos de la zona noble. Si el envase es de cerveza de botellón, el cero a cero con un equipo que viajaba a Cornellà con hasta siete bajas, es un paso adelante a la espera de tiempos mejores y de que tras el próximo parón logre recuperar algunos efectivos. Ahora mismo no hay más y ante el Espanyol se dio un paso adelante en vistas a recuperar anímicamente a un equipo que anda bastante lejos de su mejor versión.

Juan Carlos Garrido continúa cosiendo, remiendo tras remiendo, para confeccionar un once competitivo. Ayer, en Cornellá recuperó a Marco Ruben y a Bruno Soriano con respecto al equipo que afrontó el partido del pasado miércoles contra el Manchester City en la Champions, pero perdió a Carlos Marchena. El técnico pretende aparcar el victimismo de su discurso cara al plantel y no recuerda que en sus planteamientos no pueden entrar hombres tan fundamentales como Cani, Nilmar, Rossi, Camuñas, Zapata o Marcos Senna. En total, siete tachones en la foto de familia de la primera plantilla del Villarreal. Por todo ello, ayer Garrido optó por un centro del campo con dos hombres rápidos en las bandas como Joan Oriol y Hernán Pérez, dentro de un 4-4-1-1 en el que Jonathan de Guzmán se convertía en una especie de variante ofensiva en la medular por detrás del argentino Marco Ruben. Y siete jugadores que han pasado por el filial amarillo aparecían en el once incial ante el Espanyol.