UN FUERA de juego de Juanfran -muy difícil de adivinar en directo-- y un penalti inexistente propiciaron el 2-0 en el Calderón. Turienzo y sus ayudantes erraron en jugadas decisivas y tuvieron incidencia en el marcador, pero no en la dinámica de un partido pésimo por parte amarilla, con una toma de decisiones muy cuestionables de su entrenador.

SIN Marco Rubén y sin Senna, José Francisco Molina optó por un pivote con una línea de cuatro por delante y un punta. Un dibujo que con intensidad y actitud facilita presionar con muchos efectivos en campo rival y recuperar muy arriba. Pero Nilmar no es de perfil agresivo y De Guzmán no puede ser alineado en un equipo que ahora se juega la vida.

DESDE el inicio el Atlético comandó las acciones del partido. Mezcló el juego interior, con Diego y Arda por dentro, con el desborde exterior, aprovechando las continuas subidas de Juanfran y Luis Filipe. Arriba, Falcao y Adrián se mostraban siempre y todo el equipo ofrecía buena actitud y contundencia sin balón.

AGUANTABA el Villarreal el 0-0, pero la sensación era que el gol iba a llegar tarde o temprano. Mientras en el bando local todos los volantes se involucraban en la creación, en el visitante todo lo relacionado con el balón era superficial. Producción nula; no llegó ni para que el equipo se asomara al último tercio de campo.

NADIE aguantó un balón para hacer una posesión larga; nadie hizo un desmarque de apoyo o ruptura; nadie llegó de segunda o tercera línea y Bruno Soriano se quedó solo en su utópica misión de evitar que Arda, Diego, Tiago o Gabi pudieran disfrutar de opciones de último pase. El ilegal 1-0 era merecido por juego, garra y oportunidades de los locales.

EN EL REPOSO Molina firmó la defunción con unas decisiones tan inexplicables como pusilánimes. Necesitado de toque, volumen de juego y pegada, metió a Musacchio en el doble pivote. 45 minutos después el Submarino perdía 3-0 teniendo en el campo a cinco defensas, más Bruno y el portero, y sin haber rematado ni una vez.

ANTES, el 2-0 también ilegal ya había socavado el escaso ánimo que les quedaba a los amarillos. Simeone y los suyos se encontraron con el panorama idílico. Retrocedieron unos pasos, mantuvieron la intensidad y solvencia atrás -los laterales ya guardaban más el sitio-- y, pese a esa parcial cesión de la iniciativa, los rojiblancos siguieron disfrutando de las mejores y, a la vez, únicas oportunidades del encuentro.

AÚN estando menos acompañados, Adrián y Falcao continuaron dando mala vida a la defensa amarilla, que ya no contaba con ninguna ayuda porque su equipo era un manojo de jugadores dispersos por el campo a merced de los acontecimientos. El Atlético creaba peligro casi sin buscarlo. Hasta el guardameta Diego López se sumó al desconcierto.

SI MALAS fueron las decisiones de Molina en el descanso, peores fueron las que no tomó. No se entiende que tardara 78 minutos en meter en el campo a Joselu, y lo hizo sin retirar a ningún jugador de corte defensivo. Su mediocre apuesta se saldó con el tercer gol, en una jugada que los locales repitieron una y otra vez, último pase sin ninguna oposición.

EL ‘TIGRE’ Y Diego, con sus goles y los errores de Turienzo Álvarez, tuvieron su incidencia en el marcador, pero es que los amarillos fueron mininos sin uñas, el espárring mollar idóneo para festejar la vuelta de Diego Simeone al estadio Vicente Calderón. H