Por todo lo alto, con una versión que resume el extraordinario nivel alcanzado en cuatro años, el Barça despidió a Pep Guardiola con una exhibición, otra, de un equipo que ha pasado a la historia aunque sigue vivo y vigente con un fútbol extraplanetario. Los trofeos recopilados quedan como testimonio sólido, palpable, de una etapa brillante como jamás se ha conocido (11 finales ganadas de 12 disputadas, 14 títulos de 19) y que ha enamorado a todo el mundo.

El pobre Athletic fue la víctima de un Barça inmisericorde y que se olvidó de todos los componentes emocionales para homenajear a su técnico. El equipo salió como un vendaval y en 24 minutos había desplumado a los leones con tres goles, que acusaron el mazazo, tan reciente como estaba la debacle de la Europa League.

Más allá del repaso goleador inicial, el partido también fue una goleada táctica de Guardiola a Bielsa. El Barça supo cómo jugar y el Athletic no se enteró de la copla. Viajó al Calderón a mirar. También influyó, en el fondo, la tradición y el tiempo que llevan los culés manteniendo el mismo estilo con un gran fútbol.

MEJOR QUE EN MESTALLA // Y muy pocas veces se ha visto una superioridad tal en el terreno de juego tratándose de una final. Ni en el 4-1 de Mestalla pareció tan inferior el Athletic. Ayer el Barça pegó de buenas a primeras.

Si el Athletic había olvidado el varapalo de Bucarest ante el Atlético, pronto reapareció ese doloroso fantasma. Con la pelota cosida al pie, los azulgrana desmontaron la estrategia rojiblanca.

Tal vez Bielsa hubiera ordenado una presión adelantada. Un supuesto. Piqué y Mascherano salieron conduciendo el balón desde atrás e imponían superioridades a medida que avanzaban. Posiblemente Bielsa insistiera que se pegara cada jugador a un rival, pero Xavi, Iniesta y Busquets se encontraron con una facilidad insultante. Quizá ordenó que se fijaran en Messi -el argentino marcó un gol y tuvo un mano a mano con Iraizoz- pero Pedro campó siempre a sus anchas, provocando una depresión en la concentración de España en Austria entre los aspirantes a quitarle el puesto en la Eurocopa.

Los dos cambios practicados por Bielsa en el tiempo de descanso, obligado para parar aquel drama, mejoraron al Athletic, más estirado y consistente en el campo. El Barça tuvo más dificultades; en cualquier caso, las que pudieran preverse antes del partido, no más. El equilibrio fue más aparente que real. Con menos soltura, pero con mayor tranquilidad, los azulgranas hilvanaron con mayor paciencia, a uno o dos toques, como en la fase inicial.

Entre Xavi e Iniesta enloquecieron desde el minuto uno a los jóvenes leones, desdentados, con Muniain perdido y sin poder recurrir a Llorente, que solo encaró una vez a Piqué. La hinchada rojiblanca reclamó penalti. Un grito de impotencia vista la masacre que andaba perpetrando el Barça, que compareció con la formación más esperada.

La titularidad de Pedro invitó a recordar con nostalgia la ausencia del tinerfeño para justificar la pérdida de la Liga y la Champions. No jugó frente al Real Madrid ni ante el Chelsea. Pedro presionó por él y por Messi, que pudo dedicarse a los 30 metros finales fresco como una lechuga.

El Barça de Guardiola fue un primor. De nuevo. Una obra de arte. Recordable siempre gracias a los soportes digitales y, por tanto, eterno. Digno de añorar. De momento, durante el verano. H