La campeona del mundo no pierde su crédito. Aunque en algunos momentos le falte la chispa y la frescura de sus mejores noches, España no afloja. Persiste en su idea, cree en su estilo y jamás se desmorona. No le importan las críticas ni los incrédulos. Solo quiere seguir ganando. Ayer tumbó a la Francia de Karim Benzema (2-0) y ahora le espera el gran gallito. Cristiano Ronaldo se cruzará el próximo miércoles en el camino de España, que volverá a jugar en el Donbass Arena de Donetsk en busca de una final a la que también aspiran selecciones del calibre y la experiencia de Alemania. Italia o Inglaterra completarán hoy el póquer de semifinalistas de la Eurocopa.

Sin políticos en el palco del majestuoso Donbass Arena por la encarcelación de la exprimera ministra Timoshenko, le tocó a Michel Platini sufrir, junto al presidente de la federación española Ángel María Villar, el adiós de su selección. El presidente de la UEFA, que dirigió el triunfo ante España en la edición de 1984 (abrió el 2-0 de aquella final gracias al fallo de Arkonada en el lanzamiento de una falta directa del astro galo), lleva días proclamando una final entre España y Alemania. No daba ni un euro por los bleus, consciente de que la Roja minimiza a todos sus rivales. Tampoco se vio muy afectada a Francia por la derrota, conforme solo con dar una digna imagen ante un rival que todos consideran inabordable.

Los detractores de Vicente del Bosque ya tenían preparada la munición. De hecho, no la han guardado desde el debut y seguirán buscando grietas. Pero la campeona del mundo ganó ayer con la misma alineación del estreno. El seleccionador tiene las ideas muy claras y la Roja sigue rompiendo barreras. Hace cuatro años, superó el maleficio de los cuartos contra Italia en un inolvidable duelo en Viena. Ayer venció a Francia por primera vez en un partido oficial. Jamás se había dado una alegría importante ante su vecino.

ASTRO CONTRA EQUIPO // Mientras algunos galos volverán a hablar hoy de sus demonios internos (Blanc prescindió de los tres rebeldes) y otros se conformarán con una imagen aceptable, España mirará al frente con la cabeza alta. Atrás han quedado los tiempos en que se volvía a casa por la puerta de atrás en estas fechas. Sin ir más lejos, en el Mundial de Alemania, en el 2006, cuando España cayó ante la Francia de Zidane en octavos de final y vio por la televisión la fase decisiva. Ahora es el bloque temido y reverenciado por todos los combinados del fútbol continental.

En la penúltima estación le espera un tipo especial, un hombre obesionado con un Balón de Oro que puede depender de esa semifinal. Nada haría más feliz a CR7 que batir a Iker Casillas y dejar a España sin el ansiado triplete (dos Eurocopas y un Mundial de manera consecutiva). El héroe del Real Madrid se convertirá en la gran amenaza de la Roja. Todos los focos se centrarán en él, en el líder indiscutible de la Portugal de Paulo Bento. Nada que ver con España, un verdadero equipo que reparte protagonismo y lucimiento a partes prácticamente iguales. Allí estarán también los compañeros de Lionel Messi --la gran obsesión del astro portugués-- en el Barça (Piqué, Xavi, Iniesta, Busquets...), dispuestos a destrozar el sueño de grandeza de Cristiano Ronaldo.

No será la primera vez que la estrella blanca tope con la selección española, que ha vuelto a recuperar su posición de privilegio en las apuestas. Hace dos años, en Sudáfrica, se produjo el mismo duelo de los dos países vecinos en los octavos del Mundial. Entonces, un gol de uno de los ausentes de lujo de la presente Eurocopa, el asturiano David Villa, decidió el primer cruce de la competición. Cristiano Ronaldo fracasó totalmente aquella tarde. Fue incapaz de batir a su compañero de club, Casillas, y se tiró todo el partido perdiendo tiempo y fingiendo faltas sin sentido.

Ronaldo tampoco supo perder, ya que acabó escupiendo al cámara de la FIFA cuando enfocó su rostro desencajado tras la derrota de Portugal. ¿Se repetirá la misma escena? H