Hay la belleza de Phillip Island. El entorno campechano, de picnic, de Laguna Seca. La arrebatadora meca de Jérez, como no. El calor y la pasión de Mugello, claro. El caos y gamberrismo supino de Le Mans. La glamurosa tradición de Silverstone. La frialdad de Motegi. La traca de Valencia. La impecable soledad de Aragón. El rancio abolengo de Estoril. La soledad insólita de Catar. El Mundial de motociclismo tiene de todo. Casi todo bueno y, además, generoso. Pero Assen sigue siendo Assen. Incluso capado, cambiado, reconstruido por exigencia de los propios ecologistas.

Assen sigue siendo la catedral. Más de 90.000 feligreses van allí anualmente a rezar al dios velocidad. Haga frío o calor. Llueva, truene o caigan relámpagos, que también ha ocurrido. Y ellos, los pilotos, no les fallan nunca. Tampoco las máquinas. Ganaron los de siempre. Y lo hicieron, sí, después de currárselo, de tres grandes carreras, de bastante riesgo pero algunos, también hay que decirlo, beneficiados por la precipitación de propios y extraños. Solo Maverick Viñales puede decir que él se lo guisó y él se lo comió. Los demás, también, claro, pero alguna ayudita recibieron. El chico de Roses se lo curró él solito en las últimas tres curvas cuando un inmenso Luis Salom se equivocó frenando precipitadamente al entrar en el estrechamiento que da entrada a la meta de Assen y perdió toda opción al triunfo y Sandro Cortese bastante tuvo con pelearse con su compañero Danny Kent para defender la segunda plaza. Ahí, en ese desbarajuste, el líder, el mejor, la promesa de campeón decidió jugárselo (“o sí, o sí, o podio u hospital”, pensó el catalán) y se coló como cuchillo en mantequilla ante los ojos de Salom y Cortese. Y ganó.

Marc Márquez, otro elegido para la gloria, que empezó el miércoles recibiendo la bendición de sus 16 puntos de Montmeló, provocó la admiración mundial con su estratosférica pole del viernes y ayer salió bajo palio de la catedral al ganar a un agresivo y voraz Andrea Iannone en una última vuelta para la eternidad tras hacer triplete (pole, vuelta rápida y victoria), recibió la inestimable ayuda de Pol Espargaró, velocísimo todo el fin de semana, se precipitó y, en la segunda vuelta, se cayó solito por intentar escaparse antes de tiempo. Sin Pol, Marc Márquez no tuvo rival.

Y una ayudita parecida recibió quien menos, o no, la necesitaba en MotoGP. Casey Stoner, el campeón que vive y corre prejubilado, oyó a sus espaldas cómo Álvaro Bautista perdía la referencia, clavaba los frenos (inutilmente: a esa velocidad no hay ni discos ni zapatas que paren ese tren), y barría de la pista al lider, llevándose puesto al tricampeón mallorquín. Si a Casey le borran a Jorge, gana con un pie lesionado. Dani Pedrosa no aguantó el ritmo del australiano y finalmente solo pudo ser segundo. H