El Sánchez Pizjuán rememoró una noche mágica, de esas que no hace mucho acostumbraba a vivir de forma más habitual. Nervión, que no se llenó, todavía no da crédito a lo vivido anoche en el derbi andaluz. El Sevilla de Míchel goleó al Betis. Sobre todo después de ver cómo su equipo había acumulado tres partidos sin ganar y que sumara cuatro puntos de los últimos 18.

Para la afición sevillista la euforia fue doble, pues por fin pudo ver la mejor versión de su niño prodigio. Reyes, que recuperó la titularidad, marcó el primero y repitió pasada la media hora al aprovechar un grave error de Nelson. El éxtasis se apoderó de una parte del estadio porque los más de 1.000 seguidores béticos no sabían dónde mirar. Nadie esperaba un desenlace tan rápido, una especie de fusilamiento con tiro de gracia. Tampoco Pepe Mel, que se retorcía en el banquillo recitando toda la lista de improperios que genera la impotencia. Y más aún después de que los de Míchel llegaran a la manita. H