MARCELINO ya sabe lo que hay: los jugadores amarillos ni tan si- quiera se agarraron al habitual índice de motivación que supone el cambio de técnico. La distancia con los puestos de ascenso es relativamente corta en cuanto a puntos, pero si nos atenemos a las sensaciones que ofrece el equipo, la distancia con el objetivo del ascenso directo es sideral.

LA ¿OSADA? titularidad de Gerard Moreno fue la gran novedad en la alineación. La anemia ofensiva fue la habitual, la tenencia de la pelota que no se ratifica en el área la de siempre, pero además se evidenció una fragilidad hasta ahora insospechada. Ya desde el inicio se comprobó que el Castilla llegaba arriba con facilidad.

ÁLVARO MORATA, en el 1-0, dejó en muy mal lugar a los centrales del Villarreal, pasivos y sin cintura. Con ventaja, el filial plegó velas, juntó líneas, y se encomendó a la calidad y potencia de sus exponentes ofensivos, en una clara apuesta por un contragolpe que domina a la perfección.

TUVO la pelota el Submarino, pero fue previsible. Sí, sus volantes se juntaban por dentro, dibujaban cosas interesantes pero en zonas intrascendentes. El portero local se vio comprometido un par de veces. Las acciones de Jonathan Pereira le revelan como un futbolista de nivel y recursos, pero le falta un acompañante que esté a la altura deseada.

LOS dos rivales jugaron a velocidades distintas. Acción, velocidad y ejecución fueron los ingredientes para cocinar el 2-0. Denis estu- vo horriblemente defendido por Javi Venta en banda, los centrales se cerraron sin hacer la cobertura y el centro del ruso lo embocó Borja, beneficiado de un marcaje visual general de sus oponentes.

NO hubo modificaciones en el descanso -algo extraño-, y el filial decidió definitivamente jugar sin pelota. Toril volcó a la banda a Jesé y los tres mediapuntas se dedicaron a tapar. Agazapado, el Castilla tenía muy claro que si mantenía su portería a cero iba a tener opciones a la contra.

INGRESARON Pandiani, Moi y Farinós. El Villarreal fue sumando dominio, llegadas y alguna ocasión aislada, pero siempre con una total falta de contundencia, sin encontrar esos espacio entre los tres palos. Toda la contundencia que le sobró al equipo local, que con tres arrancadas en cinco minutos masacró a su rival de ayer.

PéRDIDAS de balón absurdas, no por falta de calidad, sino por la errónea toma de decisiones. En el 3-0, Javier Farinós la juega de tacón en zona de máximo riesgo, y la presión racial de Mosquera le da la recuperación de la pelota, progresa y nadie le sale a tapar el disparo. Esa acción del medio madrileño, plena de inteligencia, decisión e intensidad, era un buen botón de muestra de la enorme diferencia de valores.

CON la mirada perdida, flotando sobre el ring, el Submarino ya fue presa fácil. No hubo respuestas futbolísticas, anímicas y físicas. Sin actitud para presionar, al retroceder quedó expuesto permanentemente. No recuperaban los volantes, los laterales eran papel de fumar, los centrales lentos y descolocados, un naufragio general de todo el equipo.

ESTá claro que los jugadores amarillos no están sabiendo competir en esta categoría. Espero estar equivocado y que haya más mimbres de lo que creo, porque estoy viendo determinados y alarmantes síntomas de decadencia en algunos futbolistas. Hay que reinventarse sobre la marcha. H