Dudar de todo y de todos cuando las cosas no funcionan suele ser el peor remedio. Es tan cierto como que una gran crisis de un modelo suele ir acompañada de un cambio o transformación radical respecto al pasado inmediato, es decir, una revolución. La Revolución Francesa rompió con la monarquía absolutista y es un claro ejemplo en el ámbito político, igual que la revolución burguesa que supuso un cambio del poder dominante (clero y nobleza) para dar paso a la burguesía, en lo social. Marcelino tiene que llevar a cabo ahora una revolución futbolística en el Villarreal, de hábitos, estilo y hasta puede que tenga que extenderse hasta a la forma de gestión deportiva. Se han cometido demasiados errores en la política de fichajes en los últimos tiempos y también hay que depurar responsabilidades.

La destitución de Velázquez era obligada porque ha sido el técnico más flojo de los últimos 13 años, pero también siempre he sido consciente de que los problemas no se centraban solo en el entrenador. Llegado a este punto, todos concluiremos en que el actual plantel sobran alrededor de diez jugadores, pero a estas alturas de temporada es imposible obrar una restructuración tan profunda. Y por ello hay que tirar con lo que existe en nómina y sacarle mayor rendimiento. No considero que Marcelino obre milagros, pero sí le veo como un técnico trabajador y que sabe lo que quiere. El control del peso, el trabajo táctico y físico, el fin de los privilegios a los pesos pesados, la petición de refuerzos y el apretar las tuercas a los futbolistas no son para mi cuestiones extraterrestres. Eso sí, también tengo que decirle que las revoluciones se llevan a cabo con víctimas. Por ejemplo, hombres como Senna o Mellberg por citar a dos, no pueden trabajar al mismo ritmo físico que el resto, porque acabarán en la enfermería. No se puede pasar de ir a 10 por hora a correr por encima del rádar. El Villarreal de Velázquez entrenaba andando y jugaba como ustedes ya saben. El Villarreal de Marcelino entrena corriendo, pero puede que no tenga los mimbres para tejer el cesto que él desea. A no ser que lleguen un mínimo de cuatro futbolistas: un central, dos centrocampistas y un delantero. Mientras, al margen de los que puedan venir, hay que recuperar a los que están y confeccionar un once con hombres que quieran ser futbolistas y no con gente que pretenda vivir de su pasado de futbolista. Yo no he tirado la toalla. El primer paso es formar un bloque. El segundo, trabajar y trabajar, y correr más que el contrario. Y el tercero, recuperar a muchos de los jugadores que ahora andan desaparecidos como Manu, Cani o Hernán. Yo no dudo de Fernando Roig o de Roig Negueroles, solo les planteo que han cometido errores y hay que rectificar. Se lo digo públicamente porque les profeso un gran respeto personal y profesional, pero yo nunca confundo los términos y respeto no va reñido con decir las cosas claras. Ahora creo en Marcelino y en que queda tiempo para el #Volveremos. Ha aterrizado con humildad, una cualidad que valoro en gran medida. El club le ofreció regresar de Madrid en vuelo chárter y él decidió que fuera en autobús. El jueves pasado paró el entrenamiento para corregir y recordarle a un jugador que en un saque de banda similar había llegado el gol del Lugo. Ha pedido opinión a todos los miembros de su cuerpo técnico. Y, de momento, ha respetado el trabajo de todas las áreas del club sin una obsesiva manía por controlarlo todo. “No estamos para estar felices. Un compañero mío ha dejado su trabajo. Ahora todos tenemos que apretar más”, fue una de las primeras frases de Marcelino a sus hombres. El 5-0 fue muy duro, pero ya estoy con las pilas cargadas de nuevo. Creer es poder. Pero escuchar siempre que te digan que eres el mejor acaba convirtiéndote en débil. El Villarreal ha sido y es un gran club, y estoy seguro de que seguirá siéndolo si aprende con humildad de sus fallos. H