Nada ni nadie frena la caída libre del Castellón. Ni el cambio en el banquillo, ni un Javier Marquina a reventar... Después de seis jornadas sin ganar (ocho partidos oficiales, contando la final autonómica de la Copa RFEF), de ser penúltimo (olvídense de mirar la zona de play-off), el presidente primero y el entrenador a continuación señalan a la plantilla con términos como falta de amor a los colores, vergüenza..., en una matinal que, pase lo que pase en los próximos días, ha colmado la paciencia de todos y desatado una tormenta futbolística de impredecibles consecuencias.

El partido condensó todo lo que está siendo el Castellón, incapaz de superar a un Torre Levante que jugó con 10 desde el minuto 38, ya sin sus dos mejores futbolistas (Ensa y Morelló) en un equipo casi juvenil en el que el sueldo máximo son 200 euros. Fue un equipo sin ideas, que volteó el 0-1 (Marc Trilles, el capitán, hizo un penalti infantil) en un arranque de amor propio tras el descanso, pero que volvió a dejarse empatar en la enésima recta final.

NO HAY MÁS CERA... // Ese 2-2, con dos jugadores visitantes solos, desnudó al equipo. Prisas, descoordinación, gritos entre unos y otros... futbolistas atropellados por una delicada situación clasificatoria que no entienden y que deja a más de uno al pie de los caballos (o, mejor dicho, a expensas de que David Cruz dicte su sentencia). Ahora mismo, el objetivo, más que subir, es salir del descenso. Ni más ni menos, con los mismos jugadores que la pasada campaña (salvo cambios mínimos), con muchos menos mimbres, Fernández Cuesta los llevó a los play-off. Es lo que hay.

Así lo han aceptado, por otro lado, los maltratados seguidores orelluts, que llenaron el recinto grauero como nadie imaginaba, pero que se fueron con la cabeza gacha, casi sin expresar su frustración, transformada, en muchos, en un estado próximo a la indiferencia. Tampoco nadie de ellos comprende lo que sucede.

Desgraciadamente, no se puede hablar solo de fútbol en los partidos del Castellón, tal es la importancia de los resultados para la salud del club. Dicen que el fútbol es un estado de ánimo y tal vez eso ayude a explicar situaciones como la de otro gol anulado, el latigazo de Lois al palo aún en la primera parte, el paradón antológico de Carlos al cabezazo de Marc Trilles. A que futbolistas tan desequilibrantes -cada uno en su terreno- como Forner, Néstor o Aarón sean sombras de lo que han sido y seguro serán de nuevo, pero que aquí y ahora no lo son.

No se trata solo de un partido, ni dos ni tres. El cúmulo de despropósitos conduce, porque así lo quiere el que manda, a empezar casi de cero, pero con 11 jornadas consumidas, otra vez sobre la marcha, a trompicones... H