¿Y si no le gusta el fútbol para qué viene? Anoche en El Madrigal jugaban dos equipos que apuestan por el juego. Vivíamos un partido con ritmo, con velocidad, con intensidad y ocasiones, aunque con un resultado injusto por la falta de acierto de los groguets.

Hasta el minuto 87 cuando un cafre decidió cargarse un gran espectáculo. El Madrigal, el Villarreal, la afición, los jugadores y el presidente Fernando Roig no se lo merecen.

El presidente del Villarreal desafió el humo del bote lacrimógeno y como siempre estuvo al pie del cañón. Me imagino su preocupación y hasta diría vergüenza. Su cara lo decía todo. Nadie tiene derecho a empañar ni manchar la imagen de un club al que tanto le cuesta estar donde está.

Los seguidores amarillos siempre han sido modélicos desde Manchester pasando por Madrid, Barcelona, Londres o Glasgow. Un cafre se lo cargó todo con alevosía, nocturnidad, cobardía, mucha cobardía, y sin medir las consecuencias que habría podido generar.

Los perjudicados seremos todos, pues habrá que esperar la sanción y la amenaza del cierre de un campo como el Madrigal al que cada jornada acuden muchas familias, con sus niños, a los que un auténtico sinvergüenza les dio el peor de los ejemplos.

En Vila-real, al Villarreal, a su afición les gusta el buen fútbol, no los cobardes ni los sinvergüenzas. H