El Villarreal perdió anoche algo más que los tres puntos. La derrota frente al Celta se fraguó en los minutos finales, que, con todo, pasarán a la historia no por la consecuencia de los goles de Orellana y Nolito, sino por el lanzamiento de una bomba de humo tóxico que obligó a la evacuación del terreno de juego y las gradas, suspendiéndose el encuentro durante unos 20 minutos. Superados los momentos de incertidumbre y angustia, se jugaron lo que quedaba, aunque el cuerpo ya no estaba para el fútbol.

El energúmeno que desencadenó los acontecimientos enturbió lo que estaba siendo una agradable noche. Villarreal y Celta no defraudaron en un horario más propio para la fiesta que para el fútbol en España, ofreciendo un buen espectáculo. Partido de tú a tú, sin corsés y con los dos equipos con la mirada puesta en la portería rival, lo cual es algo que siempre agradece el espectador, que anoche acudió en buen número al Madrigal, pese al horario nocturno, disfrutando de fiebre de fútbol en el sábado noche.

El Celta saltó con un claro dibujo táctico de 4-1-4-1 en el repliegue defensivo y un 4-3-3 cuando tenían la pelota y se desplegaban sobre el campo del Villarreal. Marcelino bastante tuvo con cubrir las numerosas bajas y utilizó su 4-4-2 de mesita de noche. Seis ausentes de la convocatoria por problemas físicos es un hándicap considerable para un técnico. Pero, aún así, sin Cani, Uche, Asenjo, Aquino, Pablo y Óliver Torres, los amarillos salieron con esa marcha rápida del Villarreal 4G. El Villarreal respiraba ambición y ganas de mantenerse en la pelea por esa plaza Champions que ahora está en poder del Athletic, pero cuyo nombre no está grabado a fuego todavía.

Las alineaciones de Marcelino siempre suelen sistemas de ecuaciones con una, dos o, a lo sumo, tres incógnitas. Más no. Anoche, la solución a las mismas llevaba los nombres de Jokic y Perbet, que entraron por Jaume Costa y Jony. En la medular, la línea más afectada por las bajas, el técnico optó por alinear juntos a Pina, Bruno y Trigueros, desplazando hacia la periferia al talaverano, con tendencia natural a irse al centro, con Moi Gómez abierto.

LAS SOLUCIONES FUNCIONAN // El Villarreal presionó bien, jugando con rapidez y criterio el balón, adornado con el talento de un Bruno colosal, la magia de Trigueros y la frescura de otro de los diamantes en bruto de la factoría de Miralcamp: Moi Gómez. Los amarillos tenían más presencia con el balón, pero les faltaba esa contundencia en ataque que, en ocasiones, les lastra. Por contra, el Celta no rehuía el intercambibo de golpes y acudía a la reiteración en las faltas para frenar al Submarino. Rafinha pasaba a convertirse en el principal exponente ofensivo en ataque con un peligro latente cada vez que se lanzaba a la portería gallega.

El Villarreal no ofrecía ni un titubeo en defensa. El toque de atención tras la concatenación de regalos del Bernabéu en los dos primeros goles y la pecamitosa blandura exhibida, se quedaron en la capital de España. El equipo de Marcelino imprimió un ritmo muy alto y se fajó con casta en cada palmo del campo. Pero no era el día de Gio y Perbet necesita de suministro de balones para lucir su olfato rematador. La grada le discutió al árbitro dos jugadas de moviola. La primera, un más que posible penalti al mexicano que no señaló; y la segunda, un gol anulado al galo, que sí acertó puesto que en el momento del tiro de Bruno, Moi Gómez, que intervino luego en la jugada, se hallaba en fuera de juego.

a cara o cruz // El Villarreal estaba jugando bien y Marcelino no movió el banquillo hasta el minuto 72, jugándosela con Nahuel. El partido seguía abierto, pendiente de un detalle o de un cara o cruz, puesto que el Celta salía con peligro a la contra y ponía un nudo en la garganta con un tiro de Álex López que dejó helada a la grada.

El último cuarto de hora fue un asedio constante al área de Yoel, pero el Celta no mostró ni un signo de debilidad ni una sola fisura en su defensa. El signo del encuentro estaba en el aire, como una moneda que vuela por los aires. Y salió cruz para el Villarreal. Una falta lejana, sin aparente peligro, botada por Álex López, fue rematada a la red por Orellana quien peinó el balón hacia atrás con la pasividad de la zaga amarilla. El Celta aprovechó el regalo.

EL DESENCADENANTE // Lo que pasó después fue totalmente lamentable. Una bote con un gas tóxico, con efectos lacrimógenos, obligó a suspender el partido durante 20 minutos y a desalojar el estadio. El partido se acabó con el gol de Nolito, de falta, en esa reanudación, pero el daño ya estaba hecho. Un energúmeno jugó en contra del Villarreal. H