Fueron cinco. Y si hubiesen sido seis, tampoco nadie se habría extrañado. Ni siquiera si la vertical, imaginativa y, sobre todo, profundísima Holanda de Van Gaal hubiera firmado ocho goles. El castigo resultó tan cruel, que España se quedó sin argumentos. Ni defensa. El desastroso debut, además, le complica el futuro en el Mundial en caso de que la diferencia de goles resulte decisiva. No fue, ni mucho menos, la derrota de Suiza. Lo de ayer en Salvador de Bahía, con un depresivo Casillas como retrato de la decadencia del campeón, no admite comparación alguna. No es cuestión de números, sino de que la Roja no transmitió nada (1-5).

Nada es nada, por mucho que, en la primera parte, tuviera el control del partido durante unos minutos, sobre todo cuando Xavi e Iniesta encontraban rendijas, pequeñas todo hay que decirlo, en el excelente planteamiento de Van Gaal. Louis ganó a Vicente. Holanda humilló a España con una derrota terrible porque ensució la estrella conquistada en Johannesburgo, mientras Robben y Van Persie se dieron un auténtico festín con Blind, el hijo, lanzando pases como si fueran bombas.

AGUJERO EN EL CENTRO // A España le fue, más o menos bien, durante 40 minutos, hasta que Van Gaal, que había jugado millones de veces este partido en su cuadriculada cabeza, detectó donde estaba el pozo del tesoro: a la espalda de los centrales de España. Y, sobre todo, en un portero que lo ha sido todo (excelente su mano inicial a Sneijder), pero que se derrumbó con tal estrépito que se duda mucho de él. Erró en el primer gol de Van Persie (se quedó a media salida), erró en el de De Vrij (no dominó el área pequeña, por mucho que le hicieran una falta previa) y erró clamorosamente en el 1-4 de Van Persie donde se hizo un nudo en los pies y acabó con cara de pena.

Sin portero es difícil ganar un partido de un Mundial. Sin defensa, más aún. A España le mantuvo el aire durante 44 minutos, hasta que Piqué lanzó mal el fuera de juego y Sergio Ramos se quedó mirando a Van Persie, camino de su vuelo más hermoso.

El 1-1 obró un efecto devastador en España, al tiempo que impulsó a la exquisita selección Oranje. Exquisita porque tenía un plan trazado y le salió bien, tal vez, por el error de Silva en lo que podría haber sido el 2-0, para fulminar al apocado equipo de Del Bosque. Lo que vino después será dolorosamente recordado con el paso del tiempo, de los años, de las décadas... Fue una humillación, algo nunca visto nunca en el estreno de un campeón.

España se quedó muda. Cuando quiso reaccionar Del Bosque con un doble cambio (Pedro por Xabi Alonso y Torres por Diego Costa), ya iba perdiendo 1-2. Lo peor estaba por llegar. Porque sí, España jugó con un nueve, con un brasileño vistiendo la zamarra blanca, silbado en todo momento por miles de compatriotas, pero no dio esa sensación. Se inventó Costa un penalti que no era. El gol de la esperanza, pensó entonces Del Bosque. Era, en realidad, el gol que precedía a la tragedia.

legado // No hay otra palabra que explique mejor el derrumbe del campeón. Por mucho agradecimiento que tiene el fútbol español hacia este grupo irrepetible de jugadores que le han llevado al paraíso, en la calurosa y lluviosa Salvador de Bahía se perdió algo más que un partido. Se perdió el encanto, el fútbol, el estilo, el alma.... Del 6-1 de Brasil (1950) al 5-1 de Holanda (2014). H