España nunca había perdido con Chile en la historia. Dos empates y ocho victorias retrataban un desequilibrio clarísimo. Seguramente nunca perdió porque nunca fue inferior a la también llamada la Roja, aunque con algunos años de ventaja sobre la Roja española, desde 1945. Que la primera derrota cayera ayer, en el magno Maracaná, adonde España volvía después del vapuleo sufrido el año pasado en la Copa Confederaciones, plasmó el ocaso. Como no ha dado la talla el rico y brillante campeón mundial, desfigurado hoy en un ente ajado y harapiento, ya no entrará más en el templo del fútbol. Se quedará fuera, a las puertas, pidiendo la limosna de la clemencia.

Lo tuvo todo y lo perdió. No supo renovarse ni reinventarse ni rejuvenecerse y se ganó a pulso el despido cruel e implacable que sufrieron también antes Brasil, Francia e Italia. Ni eso es consuelo ni brinda una mínima explicación al desastre de España en este Mundial, intuido en el debut y certificado ayer en una jornada histórica. También para Chile, equipo solidario y cuajado, que ha pasado con grandeza a los octavos. Igual que hace cuatro años. Pero sobrándole un partido. El amistoso que jugará con Holanda, la otra clasificada.

La responsabilidad de España era mucho mayor que la de Sudáfrica porque corría el riesgo de perder la corona y salió al campo temblorosa como un flan: al minuto los chilenos ya habían aparecido en el área de Casillas. La selección de Del Bosque no se sacó el tembleque de encima hasta que se vio liberada de todo, incluso del prestigio. Con 0-2, hubo un breve arreón dirigido por Andrés Iniesta, pero Diego Costa, Jordi Alba y Sergio Busquets --este último de forma inverosímil-- malograron la posibilidad de intuir un estertor de vida. La última exhalación, que tampoco llegó con dos intentos más de Iniesta y del exjugador del Villarreal Cazorla.

OTROS SOSPECHOSOS // Sospechosos de entrada los culés por la vinculación del bajón azulgrana con los síntomas que emitía España, más la suplencia de Piqué y Xavi ayer, quedaron salpicados otros nombres ilustres, preservados hasta ahora por algunos en razón del club al que pertenecen.

Iker Casillas completó su hundimiento, lejano, pronunciado, desde que Mourinho le señaló con el dedo, continuado por la suplencia en el Real Madrid, y los infames rumores de ser un chivato. Sus paradas siempre le disculparon. En Salvador de Bahía subió al patíbulo; en Maracaná recibió su sentencia por un error de libro: los despejes nunca pueden ir dentro del campo, sino hacia un lado. Por mucho que el lanzamiento de falta de Alexis volara envenenado, que tampoco tanto. Bravo cometió idéntico error pero al meta de la Real nadie le ha echado el mal de ojo: Busquets falló cerca de la línea.

EL XABI MALO // El Xavi malo no era el de la uve, sino el de la be. Alonso, para más señas, que se despidió con una actuación calamitosa. Perdió el balón que dio paso al 0-1, remató mal dos veces y vio una amarilla. Del Bosque le retiró en el descanso, agotados los argumentos de su permanencia y cohabitación con Sergio Busquets como mediocentro (Busi se basta y se sobra para hacerlo todo), y dio entrada a Koke, uno de los jóvenes que deberán avivar el mustio rojo de la camiseta. Junto a Iniesta, el héroe de Sudáfrica, que sigue ahí. Sin la puntería de Johannesburgo. Bravo le sacó el balón de la esperanza.

España no se autodestruyó por los errores puntuales y claros de Iker Casillas y Xabi Alonso. Azpilicueta y Jordi Alba no se asomaron ni una vez en ataque, Pedro fue un simple extremo que acompañó al juez de línea y Diego Costa, el gran refuerzo de la Roja para esta cita, no se asemejó a aquel que antes era solo brasileño. Ahora, ni en su país le quieren.

SIN PERSONALIDAD // Fue un equipo sin personalidad que parecía desconocer a qué jugaba y cómo quería hacerlo frente a una Chile que repitió el plan de Holanda (tampoco suele ser el suyo habitual). El planteamiento de Vicente del Bosque varió (a un 4-2-3-1) y dos jugadores (Javi Martínez y Pedro) entraron sin que el revulsivo se viera por ninguna parte. Tal como discurrió el partido, y visto el planteamiento de Chile (jugó con cinco atrás y tres en el centro del campo), Xavi habría sido útil para combinar con David Silva e Iniesta, huérfanos de mayor compañía, y los únicos que no tropezaban con el balón.

La imagen española fue deprimente en contraste con la lozanía demostrada por Chile, la roja original, como gritan y reivindican los aficionados andinos. Los amigos de Alexis Sánchez merecen un respeto y la admiración por su espíritu: tan juntos que chocaban ente ellos; tan luchadores, tan enérgicos en la carrera y en la presión, tan juiciosos para sacar el balón, sabiendo exactamente dónde mandarlo, justificaron la solidez del equipo de Jorge Sampaoli, un pequeño (bajito, para ser precisos) ejército de abnegados futbolistas, sedientos y hambrientos como lo fueron un día los rivales a quienes ayer expulsaron del Mundial. H