La vuelta a Curitiba, una vez consumado el 'maracanazo', ha traído la depresión a la selección española. Y las malas caras. El campeón del mundo se ha despedido del Mundial con un cruel 7-1 global en dos partidos que retratan la descomposición del grupo, unido además a las quejas de Xabi Alonso. "No hemos sabido mantener el hambre, la cuota de alegría y de éxito estaba cumplida, agotada". Esa durísima denuncia no ha sido seguida por ninguno de sus compañeros. "Es su opinión, yo creo que ese no ha sido el problema", le replicó con contundencia Andrés Iniesta. "Yo he venido aquí a ganar", ha añadido Diego Costa.

De esta manera, la tranquilidad previa en el grupo ha estallado por los aires después de un horrible Mundial donde España ni siquiera ha competido. No solo por los siete goles encajados, no solo porque no ha sido fiel a su estilo, el que le ha llevado al éxito, no solo porque sus delanteros (Costa, Torres y Cesc) no han rematado ni una sola vez a puerta, no solo porque Xavi, el líder ideológico, se quedó en el banquillo sin jugar ni un minuto en el decisivo choque contra Chile. El problema de España es que no ha sido ella misma en ningún momento. Y solo se ven malas caras en Curitiba en los inútiles días previos al duelo con Australia, el próximo lunes.