El Castellón perdió en la última jornada de la liga regular (1-2). Lo bueno es que es una derrota que solo empaña las estadísticas por encima de las repercusiones negativas. Todo el mundo pensaba más allá del encuentro frente a un Ribarroja que venció, pero no pudo evitar el descenso, porque el cuerpo invita a recrearse en el sorteo de esta tarde, en lo que supondrán los próximos 15 días... Lo demás es una tarde rara, con menos ambiente que de costumbre en las gradas y una doble pita generalizada al palco, por aquello del precio de las entradas.

Lo dicho: fue un día extraño, en el que todos trataban de ser los mismos de siempre aunque, al final, pudo más esa sensación de lo que está por venir. La temida desconexión hizo acto de presencia en el recinto de la avenida Benicàssim, donde el necesitado acabó sumando tres puntos ante el ya saciado que no le llevan a otra parte más que a Preferente.

PROVISIONALIDAD // El equipo tampoco era el mismo, empezando por su composición y siguiendo con los roles de varios de sus integrantes. Calderé, casi siempre pisando la línea de cal de la banda, asistía a la víspera que precede a la tormenta con placidez, instalado en su banquillo, examinando ciertos ajustes de última hora que, según manifestó después, no fueron de su agrado.

El Castellón tardó cerca de un cuarto de hora en encontrarse pero, desde ese momento, percutió a un rival que ya conocía, desde bien temprano, que salvarse era casi imposible, con la victoria del Jove Español en Sant Vicent del Raspeig. Víctor Pino tuvo dos ocasiones muy buenas, pero nada que ver con la de Adrià: soltó un trallazo que dio en el travesaño y botó un palmo dentro pero el árbitro, a instancias de un auxiliar muy mal situado, optó por el sigan, sigan. La primera parte fue netamente, más allá del sobresalto de la pelota al poste de Solves.

El Castellón salió nuevamente de la caseta en cuerpo, pero no en espíritu. El Ribarroja enmarañó al encuentro y halló petróleo con uno de los reducidos argumentos que tenía: una acción aislada, la mayoría de las cuales tienen su origen en el balón parado. Diego cabeceó poderosamente un córner, en el minuto 57, para el 0-1.

Calderé, movido por un resorte, dijo que aquello ya estaba bien. Así, puso sobre el bien cuidado tapete a su dupla atacante preferida: Rubén Suárez y Negredo. El Ribarroja protegió su tesoro colocando trampas que los orelluts no conseguían desactivar… hasta que el 10 (ayer, circunstancialmente, con el 15), enderezaba la tarde. Momentáneamente.

Fito, por dos veces, pudo hacer que las aguas volvieran a su cauce, pero los valencianos pescaron el río revuelto. El jeroglífico del once orellut (la mayoría de piezas, por mor de las circunstancias, fuera de sitio) y la obligación visitante convirtieron el desenlace en un correcalles, decantado por Erik para el Ribarroja en el 89’. H