Messi reconquistó la Liga para el Barça con un gol genial para una Liga genial. Una Liga que será recordada, con el paso del tiempo, como la Liga de Anoeta. Y la Liga de Leo, un jugador único que decidió un torneo que parecía perdido en enero y terminó a lo grande en un Calderón entregado al Barça. Sí, sí, entregado a un equipo que supo gobernar, a través de un delicioso Messi, un partido complejo. Un gol del 10 del Barça vale mucho más que los tres de Ronaldo en Cornellà. Y el Museu del Camp Nou abrirá ahora las puertas para recibir una Liga que premia, además, la hegemonía del Barça, que conquistó con su triunfo en el Calderón (0-1) la quinta Liga en siete años, demostrando que se vive una era bajo el dominio del dictador Messi. No hay lugar para nadie más. El resto no existe, por mucha propaganda que se difunda. Hay una vida antes de Cruyff (10 Ligas desde 1929 a 1985) y ahora, desde 1991, 13 en el último cuarto de siglo. Una idea --mimar el balón-- que cambió al club azulgrana para siempre.

EL MEJOR // Es mérito es de Leo, por supuesto, que se propuso volver a ser quien era: el mejor del mundo. Y lo ha conseguido en una temporada esplendorosa, llena de madurez, resumida en ese genial gol que marcó en el Calderón. Cada vez que tocaba el balón, el público cholista levantaba un indisimulado murmullo de admiración, como si no creyeran asistir a lo que estaban viendo. Otra exhibición del 10 para completar una temporada dividida en dos partes. Antes de Anoeta, y después. Con Messi y un tridente que asusta, esos “tres pepinos” como los calificó Piqué, que han iluminado el Camp Nou con tanta naturalidad que, a veces, ni se les da el valor que tiene esa fusión de cracks, cómplices en el campo, amigos fuera.

DE BRAVO A LEO // Ayer, en la soleada y casi veraniega tarde madrileña, quedó fotografiado el Barça de Luis Enrique. Un equipo adulto, íntegro de los pies a la cabeza. De las manos de Bravo, imprescindibles en los malos momentos, a la delicada zurda, y en ocasiones con la diestra, la menos buena, de Messi. Pero entre medio, y mientras el Calderón no podía entender qué demonios pasó en un año -un cabezazo de Godín les dio la Liga en el Camp Nou- para perder, 365 días más tarde, esa corona. El estadio rojiblanco, después de unos minutos volcánicos, que acabaron con la tradicional tangana, no tuvo más remedio que arrodillarse. Después, se acordaron del Madrid coreando el nombre de la Juventus. Justo cuando el club italiano felicitó con un tuit en catalán al campeón. Al dueño de la Liga en el siglo XXI, un club que tiene una idea de juego trasladada de generación en generación. H