El clásico de los clásicos del tenis. El duelo entre dos de los colosos de la historia del tenis. Una final vintage decidida por la tecnología del siglo XXI. Una victoria certificada por el Ojo del Halcón. Con Rafael Nadal y Roger Federer y 17.000 aficionados que llenaban la Rod Laver Arena con el corazón en un puño mirando la pantalla gigante para ver dónde había caído el derechazo disparado por el suizo sobre la línea lateral. Y entró. Para alegría de Federer y decepción de Nadal. Después de 3 horas y 38 minutos de batalla, la victoria era para el suizo por 6-4, 3-6, 6-1, 3-6 y 6-3.

Cinco años después de ganar su último Grand Slam en Wimbledon en el 2012, el exnúmero 1 mundial renacía, a los 35 años, en una segunda juventud y renovado como si hubiera tomado el elixir de la vida eterna, al menos deportiva. Ahí estaba. En el centro de la pista, incrédulo por lo conseguido, emocionado. Acababa de conquistar su quinto Abierto de Australia y, lo que era más alucinante, el 18º Grand Slam para un palmarés increíble que le convierte en el más grande de todos los tiempos, con el permiso del australiano Rod Laver (ganador de los cuatro grandes en un mismo año en 1962 y 1969), que vio la proeza del suizo en el palco de la pista que lleva su nombre.

EL CARA A CARA // Federer no tuvo fácil un éxito que ni podía soñar cuando llegó a Melbourne sin jugar un torneo y tras seis meses fuera de las pistas. Y tuvo que lucharlo hasta el último punto. Nadal estuvo a un paso de arrebatarle esa gloria cuando en el quinto set dominaba por 3-1. El también exnúmero 1 y gran rival del suizo -desde que le ganó el primer partido en el 2004 en Miami, y le dominaba en los enfrentamientos (23-11) y en las finales de Grand Slam (6-2)- le tuvo en sus manos en el quinto set, en esos momentos en los que no deja escapar casi nunca a su presa. En ese mismo escenario, en el 2009, Nadal hizo llorar a Federer y le arrebató la copa de las manos. Pero ayer no pudo repetir la hazaña.

«Ha sido un gran partido. Roger se lo ha merecido más que yo», aceptó con resignación, triste, después de que Laver le diera la placa de finalista. En la victoria, Federer también respondió con caballerosidad. «Cualquiera de los dos merecíamos esta victoria, pero en el tenis solo gana uno. No me habría importado compartir este trofeo con Rafa», manifestó con señorío el campeón.

ESTRATEGIA CLARA // ¿Y cuál fue la clave del triunfo de Federer? Posiblemente su decisión por buscarlo. Su capacidad para quitarse de la cabeza viejos fantasmas de finales ante Nadal. Nadie puede decir que fuera su última oportunidad de ganar un Grand Slam, pero luchó como si lo fuera. Los dos se conocían tras 34 batallas anteriores y Federer entró con una táctica muy clara. Evitar los peloteos, acortar los puntos, esquivar la reencontrada derecha del mallorquín y, sobre todo, afinar con su saque y buscar puntos ganadores. La estadística final puso en evidencia que lo consiguió: 20 aces, 76% de efectividad con el primer saque y 73 winners.

Un festival de efectividad pero, a pesar de eso, nunca vio claro el final. Logró sacarse los nervios iniciales apuntándose el primer set en 34 minutos. Pero Nadal, que también tenía clara su táctica, para alejarle de la línea de fondo, forzarle el revés --aunque ayer no fue tan efectiva-- , ser agresivo con su saque y alargar los puntos, pudo igualar el marcador apuntándose la segunda manga.

Todo volvía a estar igual. El primer juego del tercer set puso en evidencia el momento crucial que se avecinaba. Federer necesitó 10 minutos para ganarlo, tras salvar tres bolas de break con tres aces salvadores. Eso le animó. Se colocó 3-0 y se escapó en el marcador para apuntárselo cediendo solo un juego. Nadal se revolvió y en el cuarto devolvió el golpe a Federer. El mallorquín se adelantó 4-1 y se llevaba la cuarta manga para igualar el partido.

CINCO JUEGOS SEGUIDOS // Nadal estaba en su salsa. Y más con el inicio del quinto disparado hacia el título. Federer había pedido tiempo médico para ir a los vestuarios y hacerse un masaje, pero le sirvió de poco. De salida se vio con un 3-1 en contra. Una pared en otros tiempos insuperable. «¿Cómo lo superó?», le preguntaron los periodistas. «Juega libremente», explicó que se dijo antes de empezar el partido. Y lo aplicó. Así acabó rompiendo el saque de Nadal tras 10 break points sin conseguirlo. Le dio la vuelta al marcador (4-3) y se centró en su servicio para conquistar la victoria ganando cinco juegos seguidos hasta que el Ojo del Halcón certificó su nuevo gran éxito.