El año pasado acabó el 16 del mundo. Por primera vez desde el 2001 no estaba entre los top-10. Él que ha estado 302 semanas de número 1. Roger Federer (Biningen, Suiza, 1981) no ganó ningún torneo de los siete que jugó antes de recluirse en Basilea para recuperarse de su rodilla derecha, operado tras lesionarse a principios de año tras caer en las semifinales de Australia. Un año después, su retorno a las pistas ha sido tan sorprendente como triunfal.

Ni él mismo podía pensar que cumplidos los 35 años sería campeón del Abierto de Australia, su decimoctavo Grand Slam, ganaría el Master 1.000 de Indian Wells y sería primero destacado en la race (clasificación del año). «Esto sigue, estoy viviendo un cuento de hadas. Eso no era parte del plan», valoró tras ganar en la final a Stan Wawrinka (6-4 y 7-5).

«Si no hubiese jugado en Melbourne, que lo valoré en su día, o hubiese perdido estos torneos, ahora estaría el 35 del mundo», recordaba antes de viajar a Miami, donde disputará un Masters 1.000 que no gana desde el 2006 y en el que vuelve a ser favorito, especialmente tras la retiradas por lesión de Djokovic y Murray.