La plantilla del CD Castellón ha descartado hacer una huelga como media de presión extrema para forzar la marcha de David Cruz, que debe cinco meses a jugadores, técnicos y empleados, abocando, a alguno de ellos, a depender de la ayuda desinteresada de peñas, colectivos de aficionados y particulares para alimentarse. Los jugadores aparcan así esta delicadísima situación, que conllevaría efectos de lo más perjudiciales, tanto a título personal como colectivo. Hasta tal punto, que el club se acercaría otro paso hacia el abismo de la desaparición, un peso que no quieren acarrear.

Renunciar voluntariamente a la disputa de un partido significa perder el mismo por 3-0 (o 0-3) y, además, sufrir el descuento de otros tres puntos, al margen de una multa económica que oscila entre los 3.006 y los 12.021 euros. Es decir, una incomparecencia conlleva decir adiós a la disputa de los play-off (o sea, del clavo ardiendo del ascenso como vía de solución para el club), al margen de situar al Castellón al borde de la exclusión de la competición -esto es, de su descenso a Preferente-, en caso de producirse una segunda.

El precedente del 2012

El 26 de febrero del 2012, los jugadores del Castellón cumplieron con su amenaza de no jugar contra el Llosa en Castalia. Un precedente con el que muchos ven ahora un paralelismo, aunque con matices. Los albinegros, a diferencia del momento actual, estaban en zona de nadie, sin opciones de pelear por la fase de ascenso pero sin corre peligro, deportivamente, por la pérdida de la categoría.