El Barça vuelve a ser un sólido líder. ¡Hombre, claro, contra Osasuna, ya descendido! Bueno, sí, cierto. No solo contra un equipo descendido, no, sino con un Leo Messi pletórico. Esa sigue siendo la clave de todo. Porque la Pulga, que no descansa nunca, jamás, ni quiere, ni puede, ni debe, volvió a ser el hombre que lo hizo todo en una noche en la que los suplentes barcelonistas deberían de haberse comido, digo, ¿no?, el césped, los minutos y los goles.

Arrolló el Barça, sí, mantiene el liderato, pero todo el mundo se sabe de memoria el equipo titular. No hay duda, por más doblete que lograse André Gomes ¡viva! y por más que el Camp Nou, entero, al unísono, a coro, a risas, pidiese a gritos que Javier Mascherano marcase, ¡por fin!, su primer gol como azulgrana tras 319 partidos. De penalti, claro.

PROBLEMA PARA ZIDANE / El problema no lo tiene Luis Enrique, que, el próximo sábado, en Cornellá-El Prat, volverá a sacar su equipo titular. El problema, de verdad, lo tiene, y muy serio, Zinedine Zidane, que anoche, en Riazor, volvió a comprobar que su equipo B, sus suplentes, aquellos a los que les regatea la titularidad, se llamen Lucas Vázquez, Isco, Marco Asensio, Morata o Kovacic, son mejores que los premiados.

El fútbol que hizo el Real Madrid en Riazor en la primera media hora fue para grabar y pasar en el próximo curso de entrenadores. Justo, miren, lo contrario que la apatía demostrada por el Barça en ese tramo de tiempo.

Y, DE PRONTO, 2-1 Y 1-2 / Y, luego, claro, a los dos les despertó el 2-1. El miedo a que ocurriese algo ante rivales muy débiles. A los barcelonistas, que vieron como el Camp Nou mostraba la camiseta del 10, es decir, de Messi, de D10S, los despertó el tanto de Roberto Torres, en el minuto 47 (un poco de estatua de Ter Stegen ¿no?, tan prodigioso como Messi en el Bernabéu) y a los blancos les sonó la alarma tras el gol del rumano de Vinaròs Florin Andone, a los 34. Ocurrió, sí, y el marcador pasó a ser, por unos minutos, de 2-1 ó 1-2 en dos instantes del lance.

No era una jornada en la que los azulgranas pudiesen soñar con que su liderato fuese de verdad. Tampoco el día en que el Real Madrid meditase recuperar lo perdido en el Bernabéu el domingo. Ni hablar. Era una jornada, entre semana, en día laborable, casi a destiempo, donde debían descansar todos para la siguiente. Lo de descansar, insisto, no va con Leo Messi. Y mejor que no sea así, porque a saber qué hubiese ocurrido si Luis Enrique se hubiera ahorrado los estupendos 62 minutos de la Pulga, que, no solo levantó el Camp Nou, si no que lo tuvo de rodillas cuando los 63.989 fieles culés que acudieron al entrenamiento de anoche le agradecieron la gesta del Bernabéu.

Y si la jornada no tuvo ni chicha ni limoná, y se resolvió con 7-1 en el Camp Nou y 2-6 en Riazor, la que viene tiene su miga. El Valencia, que aún no sabe para qué está en esta Liga, visita el Bernabéu y el Barça afronta el derbi ante un Espanyol, que ya le ha amargado más de una, dos y tres Ligas. Así que poca broma.