Respeto enormemente la figura de Diego Pablo Simeone, el Cholo. Con un presupuesto muy inferior a los de Real Madrid y FC Barcelona, el técnico argentino lleva muchos años codo con codo en Primera División y en Liga de Campeones, ganando el título liguero, la Copa del Rey y disputando dos finales de Champions.

El conjunto rojiblanco tiene mucho reconocimiento y seguimiento a escala nacional por el simple hecho de ser de la capital, un foco mediático al que no pueden aspirar clubs como el Villarreal CF.

Desde la irrupción del Cholo se creó la tendencia que ahora copian todos los entrenadores del «partido a partido». Pero, además, estoy harto de escuhar y leer milongas como que es «otra forma de ganar, es el cholismo», cuando se dedican a defender y a acertar una de las dos o tres ocasiones que tiene por encuentro, cuando la realidad es que practican un juego rácano, cagón y que subsisten por desgastar el rival y viviendo de los errores ajenos.

Sin ir más lejos, en el derbi en el Bernabéu ante el Real Madrid: asomaron la cabeza en los últimos 10 minutos, metieron una de las dos que tuvieron e incluso en la capital se aplaudía el gran partido rojiblanco en Chamartín.

Pues señores, así ganó el Villarreal el pasado martes en el Calderón: por 0-1, defendiendo bien, marcando una de las dos o tres ocasiones de que dispuso y desesperando a su rival. Pero claro, para ellos el Submarino practicó el antifútbol y es indignante que jugase así. Lo dicho, milongas.