El 1 de mayo de 2016, el Villarreal confirmaba su clasificación para la previa de la Champions en Mestalla. Poco más de un año después, concretamente ayer, se vivió un déjà vu de esa fecha señalada. Se repitió escenario y se repitieron buena parte de los actores. Se repitieron también sensaciones, con jugadores y aficionados agradeciéndose mutuamente un año repleto de buenos momentos, de grandes victorias y de muchos puntos, tantos como 67, tres más por cierto que los sumados la pasada campaña, cuando se concluyó en cuarta posición.

El Villarreal volverá a jugar la próxima temporada en Europa. Y lo hará desde la quinta posición, es decir, sin necesidad de superar las siempre molestas eliminatorias previas. La pasada semana se cumplían dos décadas de la llegada de Fernando Roig al club y después de participar ya durante este tiempo en tres Champions y ocho Europa League, competir contra los mejores del continente parece un asunto menor, pero no conviene perder la perspectiva de lo que significa para el club, equipo y afición volver a estar entre los más grandes. Ese era el objetivo y ayer se cumplió. Otra vez en Mestalla por cierto. ¡Qué mejor sitio para hacerlo! Además se cumplió sin mayores sufrimientos, por mucho que el Valencia pusiera toda la carne en el asador. «Si hubieran jugado así todo el año…», decían algunos en la grada viendo el buen fútbol desplegado por los locales en algunos tramos del encuentro. No fue la de ayer tampoco una tarde de transistores, pues Soldado se encargó desde el minuto 1 —concretamente desde el segundo 47—, de que toda la atención para el Villarreal se centrara más en Mestalla que en el Calderón, donde jugaba el Athletic, o en Balaídos, donde lo hacía la Real, sus dos rivales por la quinta posición.

El derbi comenzó así con marcado color amarillo. El Villarreal era a priori mejor equipo que el Valencia —así lo reflejaba la clasificación—, y se demostró desde bien pronto. Una frivolidad de Aderllan Santos, y un pase fallido de un jugador valencianista fue convertido por Soldado en una genial asistencia. El delantero valenciano fusiló a Jaume con un disparo potente y cruzado. Muy pronto se adelantaban los jugadores amarillos, que si pensaban entonces que encaraban un encuentro plácido saldrían pronto de su error.

Hasta diez saques de esquina botó el Valencia en la primera mitad ante un Submarino que llegó al descanso pidiendo la hora y defendiendo en su área sin sus dos teóricos centrales titulares, Musacchio y Víctor Ruiz, ausentes por lesión. Andrés Fernández, el mejor sin duda de los suyos sobre todo en el primer acto, sacó dos manos antológicas, una a Parejo y otra a Gayá. El guardameta murciano hizo posible y lo imposible para que los locales no dieran la vuelta al gol de Soldado, que por cierto también fue arrollado en el área por un inocente Aderllan Santos mientras Fernández Borbalán miraba para otro lado.

El paso por los vestuarios sentó bien a los de Fran Escribá. Jonathan, omnipresente en el día de ayer, y Soriano participaban más en el juego, Bakambu y Soldado abrían el campo y el Submarino comenzaba a carburar. De hecho, los dos delanteros pudieron marcar el 0-2 en estos primeros compases del segundo periodo, pero curiosidades del fútbol, justo cuando más cómodo se sentía el Villarreal, llegó el gol del Valencia.

REACCIÓN AL 1-1 / El Rodrigo che centró un buen balón al primer palo y Nani cabeceó a la red. Corría entonces el minuto 54 y las dudas podían llegar al combinado amarillo, pero si de algo no adolece este Villarreal es de falta de carácter. Prácticamente en la siguiente jugada, una combinación Jonathan-Trigueros-Soldado-Jonathan-Trigueros concluyó con el 1-2 del genial futbolista de Talavera de la Reina. Este gol, unido a los cambios de uno y otro entrenador, sí afectó más al devenir del choque. El Villarreal supo anestesiar el ímpetu de los locales, que aún gozarían de una buena ocasión por mediación de Zaza, a la que volvió a responder Andrés de forma sobrehumana completando su hat-trick de paradones.

Sansone aún tuvo tiempo de marcar el tercero de los suyos al culminar una buena jugada personal de Adrián López y ante un Mestalla enmudecido solo se escucharon los cánticos de los más de mil groguets desplazados: «¡Que bote El Madrigal!». Pues que bote en Europa, sí señor.