Todo el mundo gritó y mucho, en el Gran Premio de Aragón, en el que Marc Márquez (Honda) se empezó a probar el traje de pentacampeón de MotoGP, que le viene que ni pintado. Los hubo, como el aún tetracampeón, que gritó su triunfo, su respuesta a Ducati, su paso adelante (casi decisivo) en busca de un nuevo cetro y, sobre todo, el riesgo que tomó de cambiar el neumático duro trasero por el blando.

Gritó, y mucho, aunque no le hicieron demasiado caso, Jorge Lorenzo (Ducati), próximo compañero de Márquez en Repsol Honda (¿empieza ya el lío tras tanta paz?), que exigió que el vencedor le pidiese perdón porque interpretó que su caída, en la primera curva, había sido por culpa de la fogosidad del catalán, que, según el mallorquín, le fue expulsando, sin tocarle, hacia fuera de la curva. Lorenzo, para salir del apuro, aceleró a destiempo y demasiado fuerte, estaba ya fuera de la trazada y su poderosísima Ducati, la misma que le permitió ganar en Mugello, Barcelona y Sachsenring, le escupió por las orejas, provocándole una luxación en el dedo gordo de su pie derecho. Y gritaron, hasta desgañitarse, los 62.970 fans del circuito, esta vez, sí, casi todos de Márquez (poco amarillo hubo ayer en las gradas), al comprobar que Marc, pese a las acusaciones de conservadurismo que precedieron su llegada a Alcañiz, estaba dispuesto a jugársela (y mucho) por levantarles de sus asientos para regalarles otra victoria.

MÁS RENTA // Porque, por séptima vez consecutiva, Márquez terminó aumentando su ventaja sobre el segundo de la general tras otra exhibición de poder, manos, estrategia, pillería, riesgo y equipo, gran equipo. Anoche volvió a casa con 72 puntos más que Dovi. Y lo hizo arriesgando cuando no tenía necesidad. El sábado se cayó forzando. En el ensayo previo a la carrera, aterrizó para saber cómo era el neumático duro (malo y decidió cambiarlo). Era su caída 16, cerca ya de las 27 del pasado año. Y se la jugó en carrera cuando no tuvo miedo en tocarse con Dovi, gentil piloto («las luchas con Andrea siempre son limpias») para ser líder. Y escaparse. Huir.

Alguien que se conforma, alguien que tiene suficiente (como tenía Márquez antes de Motorland) con quedarse en el podio o cerca para repetir título, no arriesga ni tanto ni tan seguido. Ni siquiera ahora, que ya se ha probado el traje de penta y le cae perfecto, cambiará de táctica.

Ahora que ya tiene traje, solo le queda prepararse el alirón. Ni siquiera le importa el lugar. En Tailandia, el nuevo circuito que visita en 15 días, no podrá coronarse rey. Aunque falle Dovi, saldría de allí con 97 puntos de ventaja sobre el subcampeón, cuando aún faltarán 100. «Japón es nuestra casa, está el jefe; Australia tiene la mejor fiesta poscarrera, disfraces incluidos, no está mal; Malasia, ya estamos de regreso a casa y Valencia… no, no, no quiero llegar a Cheste jugándome el título», destacó el piloto de Honda.

Aunque Lorenzo sigue lamentándose y pidiendo justicia («espero que Marc se disculpe, me pregunte cómo estoy y que no lo vuelva a hacerlo, deberían de decirle algo, pues me hubiese podido reventar la pierna y, la verdad, no quiero tener que pilotar de otra manera»), lo cierto es que la carrera empezó con una caída sorpresa del mallorquín. A partir de ahí, Márquez y Dovi mantuvieron un duelo sereno hasta que, a falta de ocho vueltas, se enzarzaron en una pelea limpia y preciosa, con adelantamientos escalofriantes. Hasta que Marc, en una pasada al final de recta, se adueñó del Gran Premio maño.