El Castellón es un expediente X en bucle. Sexto partido y quinto empate, esta vez sin goles en Teruel (0-0). Los albinegros mejoraron en actitud, lo que les llevó a elevar las prestaciones defensivas, aunque Álvaro Campos volvió a acudir al rescate de los suyos para que la visita al campo Pinilla no fuera infructuosa.

David Gutiérrez tiene una manta corta, así que ha decidido taparse la cabeza y dejar a la intemperie los pies. O sea, juntar líneas, poblar el campo de músculo y centímetros, resguardar a Campos... Lo de atacar, bueno, primero que el equipo gane en seguridad, lo que redundará en el aumento de la confianza... Ahora mismo, no le pidan mucho más a este Castellón, por mucho que nos hayan vendido que sea un candidato al ascenso. Siendo realistas, si no media una transformación brutal, habrá que ver esa guerra, la de los play-off, desde la distancia. Porque después de seis jornadas, es lo que hemos visto.

El Castellón de Teruel tuvo poco que ver con el que empató, de milagro, contra el Ebro. Es verdad que cedió el balón y el terreno a su adversario, al igual que, en el cómputo de ocasiones, fueron más numerosas y claras las del conjunto rojillo, pero se vio un nuevo aire, un conjunto más agresivo al que solo la permisividad arbitral, por una vez en concordancia con los intereses albinegros, privó de una mayor carga de amonestaciones. Ahora no se le puede exigir a este equipo que corra; antes tiene que andar.

MUCHOS CAMBIOS // Dicho y hecho. Guti había anunciado la necesidad de empezar a construir la casa por los cimientos en vez de por el tejado, así que adoptó un nuevo sistema (4-3-3, aunque mutó en diversas fases del encuentro) y movimientos de jugadores. Delgado entró en la zaga, desplazando a Satrústegui nuevamente al carril del 3 (y a Verdú, de paso, al banquillo). Tres centrales y tres mediocentros, con Gálvez, Castells (por Theo) y Caballero (por José Carlos) reforzando la medular para dejar las bandas a Muguruza y Hicham. Arriba, restablecido Máyor, Cubillas, pese a que nada se le puede reprochar (más bien al contrario) de cómo ha suplido al alicantino durante su ausencia, retomó su papel de suplente.

Esperaba Pinilla en un partido guapo, con un buen ambiente y centenares de aficionados orelluts que a pesar de los pesares, de estar todavía huérfanos de victorias, de que aún no habían olvidado la desastrosa imagen de hacía siete días, tenían señalado este partido, incluso, desde el día en que se sorteó el calendario.

Los albinegros salieron con la lección aprendida. A defender todos juntitos, a ver si robamos el balón y montamos una buena contra; a ver si Muguruza y Hicham, con su velocidad, son capaces de conectar con Máyor, debió de ser, más o menos, la principal consigna de Gutiérrez en la charla prepartido.

No fue a los cincuenta y pico segundos como en el anterior encuentro, pero Campos también tuvo que madrugar para que el Teruel no arruinase prematuramente el plan. El valenciano abortaba, a los 6 minutos, la primera ocasión local, en una falta que pilló desprevenido a prácticamente todo el mundo. Sin embargo, para entonces, ya se apreciaba cierta metamorfosis en los orelluts, donde la presencia de Castells contagiaba ese espíritu tan suyo al resto. Delgado, Gálvez..., todos iban al límite, aunque sin traspasarlo, a juicio del manchego Ruipérez Marín, contemporizador, haciendo oídos sordos a las ruidosas protestas locales.

OTRO REGISTRO // Cuando Rubén García vio la amarilla a los 13 minutos, algunos de sus compañeros ya habían contraído méritos para ser amonestados. Como ya viene siendo una constante, el principal peligro llegó por su banda derecha, la izquierda del Teruel. Por ahí nacieron nuevas advertencias de Becerra y Leira, que Campos desbarató poco después del primer cuarto de hora. Sin embargo, el Castellón entendió que sí seguía así, se iba a suicidar, así que cambió de registro y empezó a asomarse al área de Valera. Máyor y Caballero no supieron embocar en un córner; y a la siguiente, Gálvez, incorporándose, remató casi a Albarracín.

Sin embargo, el Teruel, de la nada, de un balón centrado a ver qué pasaba, se encontró con la oportunidad más clara hasta la fecha. En el 27’, Campos no debió intervenir, pero Crespo, el lateral, rompiendo todas las líneas, le vio salir y disparó a las nubes. El Castellón, con esta acción se apretó los machos y de ahí hasta el final del primer tiempo vivió los minutos de mayor tranquilidad, alejando el peligro de su portería y, con cierta timidez, tratando de cumplir con la segunda parte del guión escrito.

La segunda parte arrancó con la parada de Campos a Gabi, pero también con una acción de Hicham, un jugadón vertiginoso que, como le sucedió contra el Ebro, malogró en la definición.

Aunque faltaba más de media hora, el encuentro saltó en mil pedazos. La idea de Guti era ir madurando la situación, como así lo transmitió con los cambios. Hicham y Muguruza irrumpieron con fuerza, aunque los albinegros nunca encontraron esa clara ocasión con la que meter el miedo al Teruel, concebido para tratar con delicadeza el balón (ojo a Jamelli, un todocampista de mucho talento que se topó con Campos en la ocasión más nítida de toda la tarde), pero también fuerte defensivamente (ya suma cinco encuentros consecutivos sin encajar un solo tanto).

NADAR Y GUARDAR EL 0-0 // En ese desenlace de ida y vuelta, el Teruel volvió a estar más cerca del 1-0 que su adversario del 0-1. Sergio Sánchez, que salió en el 66, demostró ser un delantero con recursos. Pero ahí estuvo Campos y, si no, la ayuda del poste para que la mejoría, al menos en cuanto a actitud, tuviera la recompensa del empate, que alimenta este expediente X en que se ha convertido el Castellón.