Se las prometía muy felices Castalia, después de los resultados de sus rivales directos y el 1-0 provisional, fruto de su único tiro a puerta, potenciado por un rebote. En esas apareció el Castellón de las segundas partes, ese que puntos ha dejado escapar por culpa de la angustia de verse tan abajo... y pasó lo que se veía venir, lo que suele pasar, lo que la afición trató de conjurar cuando empezó a rugir en el minuto 80. Marcó el Atlético Levante en el 88’... y si el encuentro dura más, puede que incluso hubiese ganado (1-1). El Castellón va de empate en empate (17 de 27), de frustración en frustración: la tarde empezó con fiesta y echó el cierre convertida casi en funeral.

El partido, desde las perspectivas del Castellón, nacía con la perenne necesidad rayando en urgencias. Pero, a la vez, con ese atisbo esperanzador de las derrotas sabatinas de Mestalla y Ontinyent; y los empates matutinos de Teruel, Peralada y Sabadell. Se presentaba, por tanto, una día para basar las opciones de salvarse en algo más que una cuestión de moral, pues, en ese caso, la salvación pasaba de cuatro puntos a uno solo. Todo, claro está, supeditado a ese triunfo tan esquivo; sin él, todo los demás no son más que las cuentas de la lechera.

Un Castellón con cuatro tocadores en la medular y sin extremos, pero dejando los dos carriles para dos puñales: Joseba Muguruza por la derecha y el recuperado para la causa Rubén Verdú, única novedad en el once, sentando a un renqueante Paco Regalón. El resto, los mismos -y el mismo dispositivo táctico- que en Cornellà.

Los albores del encuentro estuvieron mediatizados por un exacerbado respeto mutuo, primando no perder la posesión, mucho menos aún la pelota, con un elevado número de pases de seguridad, sobre todo los locales, que trataban de afianzarse a través del gobierno del balón. Después de un escarceo en cada área, superado el primer cuarto de hora, Rubén Díez, en la frontal granota, se vio bonificado por un primer rebote que le cayó su alcance, sacándose un disparo que, tras golpear en Genís, terminó lejos del alcance de Cárdenas, en las redes. Para marcar hay que tirar a puerta, pero también hace falta una dosis de suerte, como la del 1-0.

Le tocaba ahora al Atlético Levante cambiar el paso. Pero, para el Castellón, las malas noticias llegaron no tanto por la respuesta inmediata de su adversario, sino a la lesión en el cuádriceps de David Cubillas, artífice de una acción individual en carrera así como un posterior cabezazo, ya muy mermado, que murieron en el portero rival, antes de dejar su sitio a Jairo Cárcaba poco antes del intermedio. Esta incidencia alteró a los albinegros, hasta el punto de que Álvaro Campos tuvo que aparecer para salvar un remate potente pero centrado de Eneko. Un destello que les deslumbró mínimamente, en parte por la cercanía de un descanso al que llegaron conservando la mínima pero valiosa ventaja.

Enfilaba la hora de partido, tras unos insulsos 15 primeros después del receso, con los visitantes amagando y los locales, amparados en el 1-0, fiándolo todo a ese resultado. Los dos porteros vivían entonces ajenos a cualquier temor. Flanqueada esa franja, los azulgrana aceleraron y el Castellón ya tuvo que esforzarse para conservar su tesoro. El encuentro empezaba a ser unidireccional, hacia la portería defendida por Campos porque, en la otra, apenas fugaces apariciones.

PELIGROSO GIRO // Los orelluts perdieron también esa ventaja, intangible pero ventaja al fin y al cabo, a la hora de manejar el duelo, aún sin la pelota. Castalia se impacientaba por el peligroso giro de la tarde y la ansiedad, que hasta ese momento se había quedado en la caseta, causaban una mella en los jugadores.

Cano trató de contener la creciente marea azulgrana, ya con dos refrescos (Manu Viana por el juvenil Blesa y Joel en lugar de Anthony Georgiu), con un movimiento de esos que denotan personalidad: Pablo Roig por Rubén Ramos. El canterano aportó justo lo que su equipo requería, pausa, aunque solo la justa. Luis Tevenet, homólogo del granadino en el banquillo visitante, puso toda la carne en el asador: fuera un central, un 9 adentro. Este último, Juan Delgado, nada más salir, ya hizo lucirse a Campos. Hacía rato que el partido se le estaba haciendo muy largo al Castellón, que malogró los contraataques, contados pero claros.

Diez minutos finales, ahí es donde se ve a un deportista nato. Al que es ganador y al que no lo es. Un disparo de Manu Viana, cercano al lugar en el que había acabado el cabezazo anterior, despertó a Castalia, aferrado a la salvación, fiel como siempre. Silencio momentáneo en el 82: Joan Monterde surgió de la nada en el área pequeña y no llegó rematar limpiamente para firmar el 1-1. Ahora de poco valían las consignas que llegaban desde los respectivos banquillos. Frenesí total, con César Díaz desperdiciando un mano a mano, servido en bandeja de plata por Pablo Roig, por tirar al muñeco. ¡Cómo lo íbamos a lamentar después!

¡ÁRBITRO, LA HORA! // Cano aparcó el romanticismo: Regalón por César Díaz para los cinco minutos y el descuento. Ni con esas. Juan Delgado metió la puntera en un saque de esquina y devolvió la paridad al marcador camino del 88. Otro fiasco, y de los gordos.

Pánico en el 90, con otro córner desde el mismo lugar. Lo remató a gol Eneko, pero en posición adelantada. El partido estaba para perderlo. El voleón de Juan Delgado fue escupido por la espalda de Satrústegui.

Castalia se harta. Otro empate, el 17º, que hace aún más pobre al Castellón ante la oportunidad perdida número 1.000. Bronca monumental a un equipo señalado, ya sin escudos o elementos de distracción que señalen como culpables a otros estamentos. Y eso que la salvación está un punto más cerca que antes...