El fútbol te ofrece situaciones inverosímiles y momentos en los que del fracaso a la gloria media un solo paso. Eso le sucedió ayer al CD Castellón. Como si fuera el día y la noche los albinegros, tras una pésima primera mitad en la que se marcharon al descanso perdiendo 0-1 y con pitada monumental a Óscar Cano, le dieron la vuelta al partido ante el Peralada, filial del Girona, para vencerle 3-1 y salir del descenso… a base de cabezazos.

Tres goles idénticos, con centros desde la izquierda de Rubén Díez, Verdú y César Díaz y magistrales ejecuciones con la testa de Regalón, Muguruza y Cubillas dieron la victoria a un combinado orellut que por fin respira lejos de la zona pantanosa, de la que está un punto por encima tanto del play-out como del descenso.

El partido era una auténtica final, quizá la última, o la penúltima, porque en esta Segunda División B todo puede pasar y no se decidirá nada hasta el final. De hecho, a buen seguro que los descensos y qué equipo dispute la promoción por la permanencia se decidirán en la última jornada del campeonato.

Cano, ante las bajas de Eneko Satrústegui y Antonio Caballero, apostó por un claro 4-4-2, con la entrada de Rubén García en el lateral diestro y Ramón Verdú en el zurdo. La sala de máquinas fue para Castells y Rafa Gálvez, mientras que para las bandas ofensivas utilizó a un puñal nato como Muguruza por la derecha, mientras quien se escoró a la izquierda fue Rubén Díez, mediocentro recolocado. David Cubillas y César Díaz fueron los puntas.

En el primer acto, ante tal disposición, y con el 3-4-3 del Peralada, el hecho de jugar con tres arriba del rival obligó a Rubén García y Ramón Verdú a poder permitirse muy pocas libertades ofensivas, más pendientes de Boselli y Pau Miguélez.

Es por ello que el peso ofensivo del Castellón partió por el flanco de siempre, el derecho, y por las botas del de siempre, Joseba Muguruza. El mejor otra vez.

El balón era para un Peralada bien ordenado y trabajado tácticamente, que tuvo las ideas claras y sabía a qué jugaba… cosa que no sucedía en el conjunto albinegro. Eso sí, al filial del Girona le faltó mayor profundidad en los metros finales.

OCASIONES DESPERDICIADAS / Lo curioso del caso es que en dicha primera mitad, pese a no tener el balón ni patrón de juego, las pocas ocasiones que hubo fueron castellonenses, en especial con remates de cabeza.

La más clara la tuvo Rubén Díez, en el minuto 20, llegando desde la frontal del área, con un doble remate en volea que desbarató en ambas oportunidades el meta José Suárez cuando todo Castalia cantaba el gol.

Como consecuencia del segundo remate, en el córner posterior, el albinegro Regalón conectaba un testarazo que se marchaba alto. De ahí a la media hora, otros dos remates con la testa, en especial uno de Cubillas tras centro magistral de Muguruza que atajó Suárez, y en el 33 otro cabezazo de Rubén Díez, flojo.

Parecía que, pese al dominio en posesión visitante, si llegaba un gol sería de tintes albinegros. Pero no fue así. Siguendo con la tónica general de toda la temporada, la moneda salió cruz.

En la única ocasión de peligro clara del Peralada, a un minuto para el descanso, el uruguayo Boselli anotaba un golazo de falta tras una ejecución magistral y un tiro muy potente al que Álvaro Campos no pudo llegar. 0-1 y final del primer acto.

‘PITADA DE INFLEXIÓN’ / El punto de inflexión en el partido se produjo al descanso. Nada más señalar el colegiado el túnel de vestuarios, Castalia dictó sentencia: una pitada monumental al equipo y en especial al técnico por la falta de ideas del Castellón.

Parece que todos hicieron acto de contrición en la caseta, puesto que el conjunto de la capital de la Plana de la segunda mitad fue otro muy distinto.

Los orelluts mordían, se comían al rival, apretaban, hacían faltas… y hasta tenían el esférico y lo jugaban bien. Y tan bien fue la cosa que en seis minutos, sí seis, le dieron la vuelta al marcador.

Fue del 50 al 56, cuando Marc Castells se puso el traje de líder, se atrevió a jugar y se internó por la banda izquierda para servir el balón a Rubén Díez que colocó un esférico letal al corazón del área y Regalón lo adornó con un golazo de cabeza girando la testa como mandan los cánones del fútbol: 1-1, había vida.

Seis minutos después, con Castalia desatada, guión similar, pero con centro de Verdú y golazo en plancha de Muguruza para hacer saltar de un estallido a la hinchada albinegra: 2-1, nadie daba crédito. La victoria era posible.

CON EL VIENTO A FAVOR / A partir de ese instante, con algo más de media hora por jugarse, el Castellón demostró saber conservar un resultado a favor, prácticamente. Por fin, los futbolistas caían al suelo, se perdía tiempo y cuando había que despejar de pelotazo el esférico, se hizo.

Aún así, el congoleño Andzouana y Rober Sierra tuvieron dos muy claras para empatar. Normal, si no, no sería Castalia ni el conjunto albinegro.

Pero ayer salió cara en la moneda. A falta de nueve minutos, en una contra, César Díaz, el Rooney de la Mancha, tuvo la templanza necesaria para esperar a que Cubillas llegase al área y, desde la izquierda, servir un centro que Cubigol convirtió en el 3-1. ¡Victoria!

Sí. El Castellón ganó, supo hacerlo. Tuvo la personalidad necesaria y se llevó el triunfo… eso sí, si todos los partidos se hubieran jugado como en la segunda mitad de ayer, ahora se aspiraría al play-off y no al play-out.

Castalia sonríe en una temporada, sin duda, para olvidar. Y el combinado orellut sale del descenso e incluso de la promoción de permanencia. La salvación está mucho más cerca, pero quedan seis puntos… toda una vida.