La celebración fue tal, que Castalia, arriba en la grada y abajo en el césped, hizo un primer amago de alzar los puños al aire cuando se enteraron del empate del Conquense en Alcoi, un partido que tardó en acabar cinco minutos más que en Castalia. Así, como el tapón, de una botella de cava, se descorchaba toda la tensión y la angustia acumulada después de una temporada vivida en el límite.

«Ha sido el mejor de los finales», comentó David Cubillas. «El equipo nunca se ha caído y merece salvarse», añadió el capitán, en representación de sus compañeros. Un Óscar Cano comedido en los laureles hilaba el mismo discurso: «Han sido muchísimos palos, no solo deportivos, y ahí está el equipo, que nunca se ha rendido». «A nivel de aprendizaje, el mayor que me llevo es que es la primera vez que dirijo una plantilla que, en las duras, tiene ese nivel humano», elogió.

Poco después, Vicente Montesinos ocupaba su lugar en la sala de prensa, con una calculada intervención: «Se me ponen los pelos de punta porque somos únicos: esto solo se vive en Inglaterra y en el Castellón», subrayó. «El futuro está por escribir: si hay algo inmortal, es el club por su afición; los jugadores, directivos y presidencias vienen y van», deslizó. «Entré para salvar una situación crítica, despertar el sentimiento albinegro... y me congratulo de haberlo conseguido junto con mi equipo, agregó.

Un mesurado Jordi Bruixola mostró, a las puertas del vestuario, su decidida intención de «hacer un proyecto desde el inicio sin dudas». «Este club tiene que estar al nivel de su afición, no ya en Segunda A, sino en Primera División», ahondó el director general del Castellón.