El tópico de sufrir hasta el último minuto del último partido cobra una nueva dimensión después de lo que pasó ayer en Castalia, entre las 19.50 y las 20.00 horas, aproximadamente. El Castellón, durante toda la tarde del desenlace del grupo III de Segunda B, había sido equipo de play-out, como llegaba a la jornada final. Sin embargo, el 2-1 de César Díaz en el 93’, unido al empate de un ya descendido Conquense en Alcoi, rubricaba una memorable permanencia y evitaba, solo un año después de abandonar la Tercera División, caer en ella.

Castalia obró el milagro. Nunca dejó de creer, ni después de los sucesivos cambios de entrenadores, ni con los vaivenes en la plantilla, ni con unos resultados paupérrimos (la primera victoria no llegó hasta la 14ª jornada), ni con la situación a 10 partidos del final (colista, a seis puntos de la permanencia)... En la final de las finales, no podía ser menos. Los marcadores, el de su partido frente al Barcelona B y el de los otros cinco escenarios de los que el Castellón dependía, le mantuvieron siempre en la posición de la eliminatoria por la permanencia. Hasta la falta en el semicírculo del área que César Díaz alojó en la red tras sortear un mar de piernas. Antes, en el 83’, Jairo Cárcaba había hecho el 1-1, anulado poco después por Marqués.

LA APOTEOSIS // Mientras los 14.000 espectadores festejaban una victoria que, en realidad, no cambiaba aún su clasificación, llegaban noticias desde Alcoi. El Conquense, en Tercera desde el domingo anterior, cuando empató con los albinegros en La Fuensanta, había firmado el 1-1. Ahora sí, el Castellón salía de la zona peligrosa y metía al Alcoyano. Con todo, todavía hubo que esperar más allá del pitido final del árbitro. Mientras atronaba el Pam, pam orellut!, futbolistas y técnicos albinegros se afanaban en buscarse una radio, un móvil... para saber qué sucedía casi 200 kilómetros al sur, en un descuento interminable. A la postre, estallido increíble, una celebración distinta a la de 11 meses atrás, la del ascenso, pero más liberadora y frenética, por lo inesperado del desenlace, después de que estar 32 de las 38 jornadas en puestos de peligro: las tres primeras, la última (la que cuenta) y un par más en los dos meses finales.

TORCIDA DESDE EL INICIO // Una permanencia que es un puro exorcismo con el que el albinegrismo se saca los mil demonios que tenía dentro. El proyecto nació marcado por la despedida de prácticamente toda la plantilla del ascenso (solo siguieron David Cubillas y Marc Castells, fundamentales en la salvación) y el entrenador solo duró cuatro jornadas. Después, todo ha sido remar a contracorriente, con una plantilla con demasiados déficits que tampoco se terminaron de corregir del todo en el mercado de invierno. Así, avanzaron las jornadas entre empate y empate, alguna esporádica victoria y derrotas que reducían el margen de error. Hasta que llegó el partido de Paterna en la que se tocó fondo: últimos a seis puntos de la salvación. Dos victorias seguidas (Badalona y Lleida), en puertas de la Magdalena, daban pie a ser optimistas, pero el Castellón, pura agonía, volvió a enredarse. Un nuevo KO en Sabadell, con una paupérrima imagen, le dejaba con los pies colgados del precipicio a tres partidos del final. Pero después de remontar contra el Peralada-Girona B, la igualada en Alcoi le colocaba en una situación peligrosa cara al último encuentro: no dependía del todo de sí mismo e incluso ganando, podía bajar. No obstante, la combinación de resultados por fin fue satisfactoria. ¡Salvados!

LA FIESTA DEL ALIVIO // Los jugadores prolongaron la fiesta unos minutos más en el césped y luego en el vestuario, entre otros con el máximo accionista, José Miguel Garrido, mientras el presidente, Vicente Montesinos, daba una rueda de prensa con aroma a despedida. Las gradas de Castalia, obrado el milagro, fueron quedando vacías, todavía con las emociones a flor de piel condensadas en una sola: alivio por no volver a Infernalia.

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