José Manuel Llaneza celebró en el mes que ayer terminó sus bodas de plata con el Villarreal. El vicepresidente es el símbolo más longevo del club, el nexo de unión entre un pasado de necesidades y sacrificios y un presente que mira al futuro con optimismo de la mano de la familia Roig, esa que Llaneza asegura que tuvo «la suerte de encontrar» para hacerse un nombre en el fútbol como uno de los gestores más brillantes de las últimas décadas del fútbol español.

El pasado 18 de mayo, Llaneza cumplió 25 años de su aterrizaje en el Villarreal de la mejor manera posible, acompañando al club de su vida en Getafe, en el cierre de una temporada complicada que, por momentos, hizo recordar uno de los peores momentos en la historia reciente del Submarino. «No sé si aquel descenso en el 2012 fue el momento más gordo, pero sí fue muy gordo. Como en esta pasada Liga, aquel equipo tampoco estaba hecho para bajar. Estábamos empezando a creernos que sabíamos mucho de esto, y no sabíamos nada. Descendimos», recuerda el vicepresidente en un relato, el de su historia grogueta, que ha ido desgranando capítulo a capítulo en la web oficial de la entidad amarilla.

En él repasa su rápido acuerdo con Pascual Font de Mora, en 1994, para convertirse en el consejero delegado del club, y las conversaciones con Fernando Roig para el cambio accionarial de la entidad supeditado «a tres condiciones». «La primera es que se lo pidiera la familia de Font de Mora; la segunda, que la gente de Vila-real le aceptara; y la última, que el club estuviera en Segunda División», recuerda Llaneza, que desde entonces fue protagonista en primera persona del espectacular crecimiento del Villarreal, con partidos para el recuerdo, «el más icónico el que jugamos ante el Inter en el Madrigal —1-0, con gol del argentino Arruabarrena y el pase a semifinales de la Champions 2005/2006—, contra el gran Inter, nada de bromas», pero también para el olvido. «Los más malos los dos últimos de la temporada del descenso ante el Valencia y el Atlético», apunta.

A pesar de todo, en estos 25 años de una trayectoria que en estos momentos Llaneza sopesa si alargar o dar por finalizada, son más abundantes las alegrías que las decepciones, ya no solo las del primer equipo, sino también las de una cantera que sigue con especial devoción: «Es el futuro». Y en el camino una maleta cargada de anécdotas. Como cuando fue a Punta del Este a por Martín Palermo —«cuando me dijeron que había opciones de ficharle no lo creí; acababa de hacerle dos goles al Madrid en la Intercontinental»—, el descubrimiento por casualidad de una leyenda del club, Senna, o sobrevivir intacto a un terremoto en Cali. Llaneza es la historia reciente del Villarreal.