Apenas un centímetro separa el diámetro de la pelota de baloncesto del balón de fútbol. Solo uno, pero se antoja un mundo. Millones de niños sueñan cada noche con parecerse a Messi, Ronaldo o Neymar y emular sus gestas golpeando una esfera de cuero con el pie.

Sin embargo, aunque solo sea por unas semanas, tal vez unos días o, quizá, apenas unas horas, esos mismos infantes anhelarán asemejase a Llull, Ricky o a un señor de tamaño descomunal al que todos llaman Marc.

El básquet español, pese a su consolidación mundial, precisa de partidos épicos como los ya disputados en este campeonato o hazañas míticas como la plata olímpica del 84 o el oro mundialista del 2006.

Pero también existe otro baloncesto: el que no protagoniza portadas ni abarrota polideportivos y cuyo mérito no me resisto a reconocer. Tau Castelló, Benicarló, Nou Bàsquet o Vila-real, los principales clubes de la provincia, son hoy más visibles gracias a los chicos de Scariolo.

Estoy convencido de que esta temporada sus canteras van a crecer exponencialmente al calor de las victorias de España en China. El efecto selección volverá a manifestarse como siempre ha sucedido tras las grandes gestas de la Roja.

Aviso a navegantes: De nada habrá servido este boom si no disponemos de instalaciones adecuadas. Localidades como Almassora, Onda o la Vall tienen un reto.

Redactor Jefe de Mediterráneo