Una nueva era de oro se inicia para España. Una era de grandeza cuando menos podía esperarse. En medio del proceso de renovación emprendido con la lesión de Pau Gasol y la retirada de todos los júniors de oro, la selección ha vuelto a la cima y lo ha hecho con todo merecimiento. El título de campeón del mundo le pertenece desde ayer después de una exhibición frente a Argentina en la final (75-95).

Fue un monólogo de principio a fin. Igual que hace 13 años en la final de Saitama, el primer gran título del baloncesto español. España se une a un exclusivo grupo (EEUU, Brasil, URSS y Yugoslavia) con dos títulos en su palmarés.

Lo intentó todo Argentina, un equipo de carácter, aguerrido, a veces demasiado, hasta límites que escapan al reglamento, con una increíble permisividad arbitral. Ni eso despistó a España.

La hoja de ruta se cumplió a la perfección. Empezó por la desconexión de Scola, que no sumó sus primeros puntos hasta el tercer cuarto, todos de tiros libres, y siguió por un claro dominio de las dos zonas, donde la selección generó buena parte de su superioridad. El liderazgo de Ricky y Marc Gasol (campeón de la NBA y del mundo en apenas meses), la intensidad de Llull, el despliegue físico de Claver y Rudy (soberbio partido el suyo) acabó de construir el camino al Olimpo.

Con una concentración máxima, España tuvo una salida arrolladora en la final, con un parcial en poco menos de cuatro minutos de 2-14. La inclusión como titular de Oriola fue un golpe inesperado de Scariolo.

Argentina, sin embargo, supo reengancharse al encuentro con un parcial de 8-0, una inyección de adrenalina, en especial para Campazzo, que veía como el guion que esperaba se torcía.

Las instrucciones de Scariolo reordenaron el GPS de la selección. La salida de Llull y la presencia de Claver dieron más consistencia atrás, al tiempo que el equipo mejoró el cuidado del balón. Eso, unido a unos minutos radiantes de Rudy a nivel ofensivo, devolvieron la iniciativa a España. El margen llegó a dispararse hasta los 17 puntos (14-31, m. 13). Pero esos minutos de intensidad de la selección tuvieron, de nuevo, la réplica argentina, aunque ya con medidas desesperadas de Sergio Hernández.

Su decisión fue poner a los dos jugones juntos, a Campazzo y Laprovittola, para generar más en ataque, aunque España conservó una ventaja más que positiva para irse al descanso (31-43).

Otro inicio arrollador / El regreso del vestuario de España repitió el guion de los primeros minutos, con un dominio aún más acentuado del rebote.

La ventaja de Marc Gasol en su emparejamiento con Delia se convirtió en un filón que los hombres de Scariolo supieron explotar. Ricky se encargó de alimentar de balones al pívot de los Raptors, para que anotara o distribuyera y la consecuencia de unos minutos tan sólidos fue un nuevo tirón en el marcador para el equipo español (33-55, m.25).

Argentina asumió que era necesario un cambio radical que solo podía llegar a través de endurecer aún más una defensa, que ya estaban llevando al límite, contando con la permisividad arbitral. El punto de intensidad adicional les sirvió de poco.

España no entró en la provocación. Mantuvo la cabeza fría y selló un margen cómodo para el último tramo que le permitió no perder los nervios y mantener su autopista hacia el triunfo,