Cazorla es un genio. Es el Picasso groguet. Cuando tiene la noche inspirada, cualquier precio de una entrada por ver un partido de fútbol se convierte en una ganga. Anoche fue una de esas en las que este pequeño futbolista, que tiene tanto talento como calidad humana, convertía en pura magia futbolera todo lo que tocaba. Y el resultado fue una nueva goleada en la Cerámica (4-1). El Alavés sufrió la pegada mortal de este Villarreal cargado de futbolistas top, que compagina juventud casi millennial en fútbol como la de Pau, Moi y Chukwueze, con la experiencia de Cazorla o Albiol.

Y cuando el cóctel junta bien.. explota en la cara del rival de turno. Al conjunto vitoriano le cayeron cuatro y pudieron ser algunos más. El Submarino suma ya 17 puntos y es tercero. Anoche durmió en zona Champions, pero lo mejor es que dejando muy buenas sensaciones.

Si las cosas van bien, no las cambies. Calleja aplicó el dicho a su equipo que venía de ganar en un estadio complicado como el del Espanyol y no modificó nada, ni en el dibujo ni en las piezas, salvo la obligada baja de Rubén Peña por lesión (entró Mario). En Cornellà no se brilló por el juego, pero sí por el trabajo, la consistencia y la solidez como bloque.

Los amarillos tuvieron el balón desde el principio y no dejaron casi ni respirar al Alavés, un equipo con buenos futbolistas pero un tanto blando, diferente al conjunto aguerrido de otras temporadas y que se había marchado con el triunfo en Vila-real en sus tres últimas visitas. Y cuando a los Cazorla, Moi, Gerard, Ekambi y cía les dejas jugar… el rival tiene un serio problema.

TEMPRANERO GOL / Y curiosamente el primer gol llegó al contragolpe, en una transición rápida que comenzó en el área grogueta y que pasando por Gerard Moreno concluyó con un pase al espacio a Ekambi, quien se presentó delante de Pacheco y definió perfectamente. La cabalgada del camerunés nació con la sospecha desde sus primeros pasos, pero el VAR, tras más de un minuto de intriga, trazó su línea y decidió por centímetros que el gol era legal. El partido se había puesto con el marcador a favor a los 12 minutos y con todo a su favor.

Santi Cazorla estaba muy inspirado y cuando el Mago lo está, el Villarreal sabe cocinar muy bien sus acciones de ataque y pone en aprietos a cualquier contrincante. Sí, todo bien pero le faltaba al guiso esa pizca de sal y ese plus de sabor que lo convierte en el plato soñado del niño que regresa del colegio y se sienta a la mesa hambriento para degustar la cocina de su mamá. La sal y el plus eran el gol.

Se recrearon demasiado los amarillos en la cocción y se olvidaron de la presentación y el toque definitivo. Y con tanta superioridad, se iba perdiendo el instinto asesino que se debe tener cuando te presentas delante del área. Pasaban los minutos y el Alavés se mantenía vivo porque el 1-0 es una renta insuficiente, más cuando se trata del Submarino que esta temporada ya ha tenido experiencias negativas por no sentenciar los partidos cuando lo tiene todo el favor.

Las llegadas eran constantes, Gerard Moreno, Toko Ekambi, Alberto Moreno… pero nadie daba el paso definitivo. Y el Alavés se creció y cogió aire. Y en una de las primeras acciones del segundo tiempo, volvió a cruzarse la pesadilla del partido contra el Levante y Lucas Pérez, de una semichilena, empataba.

OTRO PARTIDO / Por tanto, comenzaba otro encuentro a la vez que se veía un combinado groguet menos intenso y que se iba desactivando a si mismo a medida que pasaban los minutos. Y los vascos empezaban a creerse que podían. Todo les iba a favor, los rebotes, los rechaces y el juego pasaba por una fase de descontrol sin un dueño claro del partido.

Calleja echó mano del terremoto Chukwueze para conectarle una transfusión de sangre al Villarreal. Poco a poco los amarillos recuperaron el tono. Acciones de talento descomunal, jugadas de despiste absoluto y jugadas de tenencia larga del balón, todo en el mismo pack. Pero cuando reunes futbolistas como Moi o Cazorla en un mismo once, en cualquier jugada puede pasar algo.

El Mago sacó chispas del poste de la portería de Pachecho en un trallazo desde la frontal que merecía premio. Luego, el alicantino se metió hasta la cocina del Alavés y dio un pase atrás que Ekambi, eso sí muy oportuno y en boca de gol, solo tuvo que empujarla.

El 2-1 no dio pausa al conjunto de la Plana Baixa, que era lo que necesita para defender al Alavés. Es más, se convirtió en un correcalles peligroso que no beneficiaba al equipo de Javi Calleja. El técnico amarillo lo vio claro y dio entrada a Manu Trigueros para intentar enfriar el juego. Y el talaverano le dio ese punto de calma y también de oxígeno que necesitaba el Submarino.

El arreón final fue definitivo. Cazorla —¡qué noche del asturiano!— echó mano de su amplio repertorio de asistencias y le dejó un balón a Gerard Moreno listo para envolverlo en papel de regalo y anotar el 3-1, que era el séptimo en LaLiga del internacional de nuevo cuño con España, que recupera su estatus de pichichi.

Pero todavía quedaba más. Otra fantasía de Santi Cazorla concluyó en una falta al borde del área. Era ideal para el ‘8’ groguet, pero éste decidió dejarle el lanzamiento a Ontiveros, recién ingresado en el terreno de juego, y el malagueño lo incrustó en el fondo de la red, completando otra goleada en el Estadio de la Cerámica, que ha recuperado el apelativo de fortín que perdió el año pasado.

El Deportivo Alavés, igual que el Real Betis, también sufrió la pegada mortal de un gran Submarino. En la décima jornada suma ya 17 puntos, uno menos que cuando Javi Calleja regresó al banquillo en febrero. Este Villarreal no se parece en nada a aquel. Anoche durmió en zona Champions. ¡Que siga la racha!