El Atlético de Madrid retomó el pulso a la Liga con una victoria contra el Athletic Club, promovida y resuelta por el argentino Ángel Correa, el asistente de los dos goles de Saúl Ñíguez y Álvaro Morata, y la diferencia del partido junto al portero Jan Oblak, desde cuyas paradas construyó un triunfo revitalizante.

Por uno y por otro, porque fue mejor en el lugar más determinante, cada área, y por su efectividad sobre el marco rival, el equipo madrileño derribó una serie de tres empates, ejerció presión sobre el liderato del Barcelona y se reencontró con su afición y con su estadio, donde no ganaba en Liga desde el 1 de septiembre.

Un relanzamiento más cuantificable en el marcador o en la tabla que en el juego, tan práctico como reclamaba Diego Simeone en la víspera. Y una jornada más sin ganar, la quinta seguida, para el Athletic Club, que salió mandón al terreno de juego, pero jamás superó el golpe del 1-0 cuando era mejor en el césped.

Nada habría sido posible sin Jan Oblak. Desde una sensacional estirada al primer minuto, con un cabezazo potente de Íñigo Martínez al que voló para despejarlo por encima del larguero, se salvó del 0-1 el Atlético, ahogado en la puesta en escena por la buena presión del Athletic, capaz de recuperar y jugar pero con poca profundidad. Le faltó al conjunto bilbaíno la rotundidad que dan las ocasiones al dominio del balón y de los espacios.