Para encontrar el único precedente de una Liga encabezada por el Granada Club de Fútbol hay que remontarse a la quinta jornada de la temporada 1973-1974. Tiempos recios, diría Vargas Llosa. Aquel Granada entrenado por Joseíto que hacía honor a la apariencia rugbística de su camiseta a rayas horizontales con un juego pendenciero siempre en el límite del reglamento alcanzó el liderato (compartido con el Celta, ambos con siete puntos) después de empatar en casa con el Murcia. En esos días en los que los árbitros enseñaban tarjetas blancas y las victorias valían dos puntos, las ligas se ganaban con resultados como ese.

En el otro extremo de la tabla, el FC Barcelona ocupaba la 17 plaza en una competición de 18 equipos, con tres derrotas, un empate, una victoria (conseguida frente al Espanyol) y, sobre todo, una permanente sensación de catástrofe inminente. Cinco semanas más tarde, era el Granada el que había caído hasta la 17 posición mientras el Barça se enfilaba a la tercera plaza en busca de un liderato que alcanzó en la jornada 13 y que ya no abandonó hasta el final. Entre una fecha y otra, se produjo el debut de Johan Cruyff con la camiseta azulgrana en un partido oficial. El equipo al que le cupo el honor de ser el primero de la Liga española en ver (y padecer) de cerca la magia del 'holandés volador' fue, sí, el Granada.

"No te metas en el área"

Ocurrió un 28 de octubre, hace justo 46 años. Pese a la triste singladura del equipo hasta entonces, el Camp Nou se llenó para presenciar el debut de la estrella por la que el club había pagado al Ajax 60 millones de pesetas y que aún no había podido jugar un partido oficial por culpa de un problema con el 'transfer'. Cuando tiempo después le preguntaron a Cruyff qué recuerdos guardaba de aquel día, el 'profeta del gol' relató que lo que más le llamó la atención fue que Asensi le pidiera que no acudiera al área a rematar una falta porque igual no salía entero. "Con lo que has costado le dijo el 'Chepas'-, solo falta que te lesionen el primer día".

No era un temor injustificado. Con la intimidante puesta en escena de la dupla formada por el uruguayo Montero Castillo y el argentino Aguirre Suárez, el Granada se había ganado la reputación de ser uno de los equipos más duros en la historia de la Liga (el delantero madridista Amancio Amaro solía decir que abrazaba a la familia antes de visitar el estadio de Los Cármenes). Pero Cruyff no se dejó impresionar.

Un romance imperecedero

De las botas del holandés nació la jugada que permitió a De la Cruz inaugurar el marcador muy poco antes del descanso, pero fue en la segunda mitad cuando se inició verdaderamente el romance que unió para siempre a Cruyff y el barcelonismo. De los cuatro goles que acabó marcando aquella tarde el equipo azulgrana, el Flaco firmó el segundo y el cuarto, este último con un impresionante zurdazo que se coló por la escuadra de la portería que defendía Izcoa. Era la guinda que coronaba una exhibición de fútbol moderno que dejó a los aficionados frotándose los ojos y que cambió el destino de aquel equipo.

El 4-0 marcó el camino por el que iba a discurrir el resto de la temporada. Enganchado a la locomotora holandesa, el Barça inició una marcha inabordable para todos los rivales y levantó el título sin ceder ninguna derrota más y dejando para la historia hitos como aquel celebérrimo 0-5 que sumió al Bernabeu en un silencio de camposanto. Humillado y deprimido, el Real Madrid terminó la temporada en octava posición. Dos puestos por debajo del Granada.