Vaya por delante que yo no pude asistir a la junta general de accionistas como hubiera sido mi deseo, más como copropietario de un modesto puñado de títulos que como periodista. Sin ánimo de justificarme, tenía otras obligaciones laborables, como la inmensa mayoría de los que fallaron. Y ahí empieza mi malestar. Además de una convocatoria fuera de plazo, hemos tenido que tragar con un cambio, deprisa y corriendo, a un día laborable, modificación que para nada comulga con los anuncios de transparencia que nos venden desde la SAD a bombo, platillo y pandereta. Hubiera sido un detalle adelantarla al sábado por la mañana, pongamos por caso, pero, amén del guiño, era un riesgo, que al final no pudo eludir.

Porque, después de encajar con indisimulado enojo las críticas de los tres grupos minoritarios de accionistas, Vicente Montesinos no hizo otra que enfundarse en ese traje nuevo del emperador que le han confeccionado a medida. Ya se sabe, aquella mágica vestimenta cuya visión solo pueden disfrutar quienes son de verdad del CD Castellón, excelsa condición que, huelga recordar, deciden ellos; el resto, miserables traidores, no merecemos tal honor.

Tan maravilloso ropaje se ha diseñado sobre la fastuosa tela, anunciada el lunes, de que el presidente ha invertido ya 3,5 millones de euros, hurtando a los mortales nimiedades como cuánto de ese oropel se han llevado, primero David Cruz y luego José Miguel Garrido, por cederle las acciones que le han dado el trono.

Las costuras del atuendo son el acuerdo con la Seguridad Social y la reducción de la deuda que, con ser ciertas, no dejan de ser una obligación incumplida antes que ha devenido hoy embargo oficial. Pero nunca nadie osó negar la evidencia, so pena de que le acusaran de un delito de lesa patria. Así que serviles o pusilánimes, agradecidos o cobardes, callamos ante la amenaza de que el sustituto del monarca sea foráneo, como si el problema fuera el adn y no la liquidez.

La pedrería que remataba tan suntuosa indumentaria quedaba en entredicho nada más se supo que el año del ascenso culminó con 275.000 euros de déficit, el ejercicio pasado con 1.158.000 más de números rojos y, para este año, ¡tachán!, se anuncian ya otros 675.000 negativos. Motivos suficientes para que cualquier cliente cambiara de sastre. Pero no.

Al contrario, se aplaudía y se loaba a los modistos, sin reparar nadie en las pérfidas tasas recaudatorias con el único fin de pagar el traje real. De haber puesto acciones a la venta en vez de carnets, los 610.000 euros acumulados en la campaña Sempre Orelluthubieran supuesto el cambio de titularidad de hasta un 30% del capital social. Tampoco bastó, tal era el valor de las prendas que se autorizó a la tesorería a solicitar una ampliación para pagarlas, aunque con una prima de emisión ilógica habiendo presentado deudas insondables.

Y ya en el momento de posar con aquel modelo lujurioso por más, la Casa Real anunció con su habitual solemnidad y facundia, que no podía personarse en la causa contra Cruz por falta de información. Su majestad obviaba arteramente la invitación expresa del juez: demande y tendrá acceso a todo el dosier, le conminó. Es el procedimiento. Lo demás excusas.

En esas, un gritó salió entre la multitud que vitoreaba el desfile de moda: ¡el rey está desnudo! Y, cansados de tanta mentira, todos dejaron de disimular, rieron y reconocieron al emperador como siempre estuvo: en cueros. Cuando el burlado quiso tapar sus vergüenzas y castigar a los culpables en vez de a su pueblo ya era demasiado tarde. Los tahúres habían huido. Otra vez.