Carles Salvador se ha convertido en el líder silencioso del equipo líder. Es decir, en el futbolista sobre el que gravita todo el fútbol del CD Castellón, el hombre que lleva el compás, sobre todo a raíz de la marcha de Josep Calavera. La ausencia de Joseba Muguruza sobre el césped artificial de Ejea de los Caballeros ha dejado al castellonense como el único que ha participado en todas las jornadas, en la prolongación de Óscar Cano en el campo, como el entrenador ha afirmado en alguna oportunidad. Un jugador que con el traspaso del tarraconense al Atlético de Madrid B, ha tenido varios acompañantes en la medular (Kako, Mikel Carro y, de forma más frecuente, Rubén Díez), lo cual ha acentuado el papel de imprescindible (es el que más jugador de toda la plantilla en todas las competiciones, cerca de 300 más que el siguiente (2.764 de 2.970, un 93,1%, según el dato de @GViciano).

Un líder silencioso al menos para el gran público, pero ni mucho menos para el resto de jugadores que han aupado al Castellón, de nuevo, a lo más alto de la clasificación del grupo III.

ASÍ ES

Una timidez que el canterano solo muestra cuando no está en el verde. Hay más de un compañero que se sorprende cuando ve su desenvoltura a la hora de jugar y, después, su rol, alejado de cualquier apego al egocentrismo, en el vestuario. Es calzarse las botas... y es otro. Incluso en los entrenamientos.

Carles emigró de Castalia cuando todavía era un juvenil en verano del 2008 (de hecho, hasta esta temporada, nunca había jugado en Castalia). El Valencia terminó de moldearle, antes de hacer carrera en equipos siempre con las miras altas en Segunda B: Olímpic de Xàtiva, Alcoyano y UD Logroñés. Le ha costado más de una década volver al Castellón (tiene ahora 29 años), pero lo ha hecho con la misma humildad de siempre. No es el capitán, pero también aporta su cuota a la hora de ejercer como elemento cohesionador del vestuario. Es el primero en echar un cable y no le importa ayudar a los utilleros. En otras palabras, es un buen futbolista y una buena persona.

Puede que Álvaro Campos acapare los focos por sus paradas; que César Díaz o Juanto Ortuño lo hagan por sus goles, que David Cubillas sea más carismático... pero allá donde se requiera su presencia, en cualquier acto o lugar donde tenga que ser la imagen del Castellón, el 8 es el primero en ofrecerse, el primero en acudir, el último en irse.

Además, Óscar Cano le considera en su prolongación sobre el campo. De hecho, el entrenador granadino, en ocasiones, le llama directamente míster, una denominación que también emplean otros compañeros, lo que redondea su aura de jugador modélico.