Solo han sonado dos tonos y responde rápidamente. «Ya me habían avisado de que ibas a llamarme». Lidón Muñoz del Campo (Castelló, 3 de diciembre de 1995) tiene un día de lo más ajetreado, atendiendo a los medios de comunicación que quieren entrevistarla tras el recital que ofreció en el Campeonato de España Absoluto de Invierno en piscina de 25 metros disputado en la piscina olímpica Gaetà Huguet. Tiene el tiempo justo, pero responde pausada y desprende la alegría propia de haber conseguido nada menos que diez medallas de oro.

Diez pruebas, cinco individuales y cinco por equipos, y un balance de diez oros, y además en su casa. ¿Más que satisfecha?

Estoy súper contenta. Tenía muchas ganas de que llegara este Nacional en Castelló y me hacía mucha ilusión competir ahí. Me encanta que nuestra ciudad sea una referencia en el deporte y, aunque no haya podido haber público, ha sido una gran competición y muy emocionante para mí ya no solo por las medallas sino por poder competir en la piscina en la que empecé a entrenar.

Era una de las primeras competiciones de la era ‘pos-covid’. ¿Esperaba ofrecer el rendimiento que ofreció en las tres jornadas?

Tenía muy claro que quería estar en Castelló. Después de todo lo que hemos pasado por la pandemia del coronavirus, cualquier competición es oro y no voy a desaprovechar ninguna de las que se me ponga por delante. Había que confiar en el protocolo establecido porque las federaciones (la española y la valenciana) habían trabajado muy duro, estaba todo muy controlado y luego también jugaba un papel importante la responsabilidad de cada uno. Yo tenía claro que quería participar en el Nacional aunque algunas compañeras lo descartaron. Al final salió un torneo redondo porque participé en diez pruebas y me llevé diez oros.

Llegaba a Castelló tras estar un mes en Budapest, donde participó en la Liga Internacional de Natación (ISL).

Fue un gran aprendizaje para mí porque fueron jornadas de primer nivel con algunas de las mejores nadadoras internacionales. Allí competí al máximo, en Castelló también lo he hecho y ahora, dentro de dos semanas, llega el clasificatorio para los Juegos, que estaba previsto en Rotterdam (3-6 de diciembre), pero la RFEN ha decidido que no viajemos por seguridad y participaremos en el Torneo Internacional Castalia Castelló que será válido para obtener las mínimas. Hay que ir paso a paso.

Dice que ha aprendido mucho allí, ¿qué le aporta una competición como la innovadora ISL?

El año pasado aprendí tanto y volví tan mejorada que tenía claro que quería volver a Budapest si algún equipo me daba la oportunidad y me la dio el Aqua Centurions de Roma. Practicar con las mejores y nadar en las mismas series que ellas, que son posibles rivales para los Juegos Olímpicos, es un plus porque no tenemos tantas competiciones internacionales en el calendario.

El año pasado ya logró la mínima olímpica en los 100 libre, pero el coronavirus y sus consecuencias a nivel de competiciones obliga a tener que volver a conseguirla. Entiendo que no es un objetivo inalcanzable, ¿no es así?

La verdad es que no le doy muchas vueltas al tema. Tengo ganas de volver a competir en piscina de 50 metros. Llego de Castelló con mucha confianza, y tengo ganas de mantener este estado de forma. Además, en caso de no conseguirlo, quedará el Open de Primavera de Sabadell (del 24 al 28 de marzo) y el Campeonato de Europa de Budapest (del 17 al 23 de mayo).

Lograrlo en Castelló sería la mejor forma de cerrar este 2020 tan extraño. ¿Cómo vivió los meses de confinamiento?

Hicimos un esfuerzo grande para perder el mínimo posible. No sabíamos cómo reaccionaría nuestro cuerpo con sesiones de entrenamiento al 100% en seco y me pasaba todo el día entrenando. Los técnicos, además, realizaron un importante esfuerzo para que mantuviéramos la motivación y nos hacían actividades diferentes para también estar bien a nivel mental, que era fundamental. Luego ya volvimos al agua, con muchísimas ganas, y fuimos recuperando el estado de forma aunque reconozco que yo no volví como antes del confinamiento.

Un cambio tan radical trastocaría completamente sus planes.

Estuvimos entrenando hasta agosto con mucha intensidad y luego tuvimos dos semanas para resetear y empezar en septiembre como si fuera una nueva temporada. Era imposible continuar como si fuera la misma, así que optamos por quedarnos con los bueno y pasar de página, planteando todo como si empezáramos de cero.

Empezó a los siete años en el Castalia Castellón y en el 2013 optó por marcharse a tierras catalanas. Estuvo en el CAR de San Cugat y en el CE Mediterrani hasta que en 2016 fichó por el CE Sant Andreu. ¿Fue ese su punto de inflexión? Porque, desde entonces, su trayectoria ha sido meteórica.

Estuve seis años en el CAR (de 2010 al 2016) pero no obtenía los resultados que quería (no se clasificó para los Juegos de Río), por eso en el 2016 decidí hacer un cambio y me vine al Sant Andreu. Aquí cambié la forma de entrenar de la mano de Jordi Jou, mi entrenador, y él dio con la tecla exacta. Introdujimos modalidades que no había tocado mucho hasta ahora y cada vez fui teniendo una mayor progresión hasta llegar a donde he llegado.