Borrachera de goles. Nunca es fácil lograr un 0-6 a domicilo. Ni siquiera ante un Segunda B como el SD Leioa. Pero el Villarreal no dejó ni un solo resquicio para que hubiera algo de suspense en la primera eliminatoria en la que debutaba en una nueva edición del torneo del KO. La Copa del Rey siempre es un torneo que los amarillos afrontan con ilusión, con el deseo de jugar esa final que el club merece por su historial y luego acaba derrumbándose como un castillo de naipes. Lo cierto, y demostrado, es que este equipo de Unai Emery compite en cualquier adversidad, incluso en un terreno de juego convertido en algunas zonas en un barrizal.

El técnico de Hondarribia, entre sus circunstancias estaba una plantilla cercenada por las lesiones y la necesidad de dar descanso, por la inmediatez del partido de Liga ante Osasuna, alineó un equipo diametralmente distinto al de LaLiga, con solo Mario y Pedraza con muchas titularidades a la espalda, tres futbolistas con dorsal de filial (Álex Baena, Fer Niño y Yeremi) y dos que debutaban esta temporada en un partido oficial (Chakla y Raba).

Emery suplió las bajas en el centro del campo con una solución que puede funcionar perfectamente en situaciones de emergencia: Juan Foyth. El argentino no desentonó aunque el Leoia no es un rival cualificado, pero si dejo detalles de que con su calidad podría adaptarse a jugar de mediocentro en partidos o momentos puntales, puesto que las lesiones de Iborra y Coquelin han dejado muy mermada esa parcela.

El mal estado del campo fue el peor enemigo, pero los chicos de Miralcamp sentenciaron la eliminatoria con tanta rapidez que hasta parecía que la empresa era mucho mas fácil. Y nunca lo es.

El Submarino ha vivido muchas eliminatorias erráticas en la Copa ante rivales muy inferiores como el Hércules, Poli Ejido o Mirandés por citar algunas.

En la noche de los niños, el protagonista con mayúsculas fue Fer Niño. El espigado delantero fabricó el 0-1, que fusiló Yeremi Pino, y anotó el 0-2 de penalti, por un derribo sobre el canario, cuando encaraba al portero vasco. A los 19 minutos, el Villarreal ya ganaba con autoridad... y Emery respiraba tranquilo. No solo por el resultado, que también, sino porque esa renta tan holgada le permitía dar descanso a los pocos efectivos que le quedan en condiciones para afrontar un once de profesionales, porque ahora tiene casi mas gente en la enfermería que en el césped.

El genotipo del Submarino está preparado para jugar al fútbol de toque en tapices verdes y llanos como una mesa de billar. El campo del Leoia sí mantenía el color pero en algunas zonas la lluvia había dejado secuelas en forma de barro, pero no impidió que el talento de Yeremi, un canario con clase y descaro, brillara con intensidad; que Baena demostrará que quiere seguir los pasos de Trigueros, o que Niño apuntara maneras de un 9 incordiante para cualquier defensa. Hasta Raba sevreivindicó con un tiro envenenado que el meta del Leoia desvío con la punta de los dedos in extremis.

Los niños de Miralcamp tenían ganas de divertirse y jugar toda la noche si fuera preciso. Ver gambetear a Baena es una delicia. Exhibe destellos de futbolista caro, como los que dejó para dibujarle a Jaume Costa un pase de gol a distancia, para que el pundonoroso lateral valenciano, otro de los que siempre cumple cuando le dan la oportunidad, marcará el 0-3.

Y el Villarreal seguía generando buen fútbol. No bajando el ritmo en momento alguno. Y cayó el 0-4. A la salida de un córner, el central marroquí Sofien Chakla entraba con fuerza desde atrás y remataba de cabeza un bonito gol.

El partido era bonito por que el Leoia derrochó orgullo y no se encerró atrás. Todo lo contrario, intentaba la presión arriba con el anhelo de lograr el tanto del honor. Y con la eliminatoria resuelta, Emery introdujo dos chicos mas del filial que debutaban con el primer equipo. El hijo de uno de los mejores jugadores de la historia del Villarreal, Adriano García, entraba a 12 minutos del final junto a Álex Millán, y ambos tomaban la alternativa.

Ni Carlo Adriano ni el joven delantero aragonés olvidarán nunca esa noche en Lemona. El primero, por su debut con la misma camiseta que triunfó su padre, y el segundo, porque convirtió en gol el primer balón que tocó y que subía el 0-5... no definitivo aún. Alfonso Pedraza, un toro por la izquieda, lograba el 0-6. Una goleada inusual en un torneo diseñado para la rebelión de los modestos. Esa noche, sin embargo, fue la de los niños. ¡Qué futuro tienen!