Gerard Moreno es el mejor delantero nacional. Lo volvió a demostrar ayer en El Sadar. No solo marca goles, sino que hace jugar mejor a los demás. Es un 9 que no solamente vive del gol. Tiene recursos técnicos y actitud para brillar sin ver puerta. Fue el superstar del regreso del Villarreal al camino del triunfo, después de cuatro empates seguidos. Una victoria en El Sadar mucho mas cómoda de lo esperado a priori, que mantiene al Submarino en zona Champions (1-3).

Volvió a conjugar el verbo ganar. Si alguien pensaba que se le había olvidado o que estaba atravesando un pequeño bache, cualquier atisbo de duda quedó despejado de golpe. No, un equipo que con el de Pamplona acumula 17 partidos sin conocer la derrota (serían 18, si se contabilizara el suspendido ante el Qarabag), refleja un estado de salud envidiable. Siempre compite y transmite signos de poder ganar. A Osasuna le duró apenas siete minutos la ilusión de truncar esa racha de imbatibilidad. Las diferencias entre ambos equipos son demasiado grandes en este momento.

Unai Emery tiene a sus jugadores muy enchufados. Si no cuenta con delanteros, pues se la juega con dos chicos con dorsal de filial como Yeremi Pino y Fer Niño, dejando en el banquillo a Samu Chukwueze y Take Kubo. Y todo continúa igual... de bien. Compite, es fiable y juega con el ADN Villarreal, gen que necesita el club para aspirar a cosas importantes.

En El Sadar todo se le puso de cara. Una jugada 100% de la identidad grogueta, tanto en la elaboración, como en la ejecución en los metros finales y también en la definición, abría la lata pamplonica. Un Picasso en versión fútbol, con el trazado fino de Manu Trigueros que pintó un pase de puro talento y la firma de la obra de un crack llamado Gerard Moreno, acariciando el balón hacia la red.

El técnico utilizó a Juan Foyth como recambio de Vicente Iborra y Francis Coquelin. El ensayo de la Copa del Rey, con el argentino de mediocentro, le convenció. La idea era mantener el equilibrio táctico y el objetivo se cumplió, porque, como a todos sus rivales, el vasco les profesa respeto.

Lo que no esperaba Emery es que, a los 19 minutos, Aridane iba a dejar a su equipo con 10 jugadores. Diez minutos después, la conexión entre Yeremi y Niño acabó con un bonito gol del joven delantero que ponía el 0-2 y casi sentenciaba el encuentro a los 28 minutos. Emery empezó a partir de ese momento a pensar en el martes ante el Athletic. Osasuna prácticamente se centró en no recibir una goleada humillante.

El partido se convirtió en una actuación de once monologuistas vestidos de amarillo. En el descanso, Emery ya hizo dos cambios y reservó a Pervis Estupiñán, la gran sorpresa del once y recuperado de sus molestias, junto a Foyth, danto entrada a Moi Gómez (regresaba tras una lesión) y Jaume Costa.

Y como si los propios amarillos se hubieran cansado de tanta comodidad, el Villarreal le quiso dar un poco de vida a un partido que estaba muerto y le insufló un poco de esperanza a Osasuna. Yeremi regaló un penalti absurdo, que Roberto Torres se encargó de transformar. A partir de ese momento, los navarros resucitaron y empezaron a creer que podían rescatar un punto que no aparecía ni el mejor de los sueños del más optimista seguidor rojillo. Hasta que Gerard Moreno dio el jaque mate definitivo. Solo bastó con apretar un poco el acelerador. Este Villarreal tiene muy buena pinta.