El conflicto late siempre en Jerusalén. Ni siquiera el balón es capaz de escapar. El cambio ha llegado, además, desde los despachos del Beitar Jerusalén, a quien algunos de sus seguidores lo describen como "el equipo más racista del país". Presumen de que en sus 85 años de existencia no haya fichado nunca a un jugador árabe. Hace unas semanas, la compra del 50% del club por parte de un jeque emiratí hizo temblar los cimientos de una identidad de la que reniegan la mayoría de sus forofos.

"Puro de los árabes". Así es como el grupo popularmente conocido como "La Familia" quiere que se mantenga el club Beitar Jerusalén. Pocos se imaginaban que los Acuerdos de Abraham de los que se vanagloriaba el primer ministro israelí Binyamin Netanyahu les afectarían. Pero estos hooligans se equivocaban. El reciente acuerdo de normalización entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, el primer pacto entre el Estado judío y un país árabe en más de 25 años, ha tocado a todos los ámbitos de la sociedad israelí.

Empezando por el deporte. Estoy encantado de ser socio de un club tan glorioso del que he oído hablar tanto y en una ciudad tan grande, la capital de Israel y una de las ciudades más sagradas del mundo, reconocía el jeque Hamad Bin Khalifa Al Nahyan, haciendo alusión a un hecho ya de por sí controvertido en el conflicto israelí-palestino, la capitalidad de la ciudad santa. A su lado, el copropietario Moshe Hogeg sonreía. La religión no va a ser un factor para fichar nuevos jugadores, anunciaba por primera vez en la historia del club.

Por supuesto que hay un conflicto aquí, porque el copropietario es musulmán, admite Yager Simchi, presidente de Beitar Jerusalem's fan club'. Una pequeña parte de los seguidores de Beitar se oponen al acuerdo debido a la religión del jeque, pero la mayoría de la audiencia el 95% está a favor de la medida, reivindica. El jeque Khalifa tiene la intención de invertir alrededor de 90 millones de dólares en el club durante la próxima década para lograr más éxitos en el campo y renovar su imagen, muy dañada por su base de fanáticos de la extrema derecha.

Deporte politizado

En un país como Israel, donde el fútbol está muy politizado, existen muchas mayorías silenciosas. Toda sociedad tiene sus extremos en los márgenes pero la cuestión es cuál es el espacio que reciben en el escenario, defiende Maya Zinshtein, directora del documental Forever Pure? sobre el fichaje de dos jugadores musulmanes en el 2012. El Beitar se identifica con los movimientos del Likud, el actual partido gobernante, analiza Zinshtein. Cualquier político del Likud que quiera llegar al Parlamento pasa por el estadio Teddy.

Beitar es uno de los clubes más grandes de Israel. Ha conquistado seis campeonatos, el último fue en el 2008 por lo que su dominio en el césped ya no es tan evidente. Antes de la pandemia reunía a unas 11.000 personas en el campo. La mayoría de sus aficionados, no obstante, no viven en Jerusalén. La identidad del equipo no tiene nada que ver con la ciudad en sí, explica Zinshtein, representa mucho más. Gran parte de los seguidores son mizrajíes, judíos de ascendencia árabe que han sufrido discriminación sistemática en el país.

El equipo de Bibi

Se ven como los otros, los olvidados, los oprimidos, reflexiona la documentalista, para ellos, Beitar representa que, antes, eran los otros y ahora se consideran el equipo de Israel. Con el primer ministro Netanyahu y el presidente israelí Reuven Rivlin entre sus forofos, recrean la estructura interna de Israel. A partir de la década de los 70, la mayoría de los equipos de fútbol empezaron a fichar a jugadores árabes. A día de hoy, hasta el equipo nacional cuenta con deportistas pertenecientes a este 20% de la población israelí. La idea de no fichar a ningún jugador árabe o musulmán se convirtió en parte de la identidad del Beitar, lamenta Zinshtein.

Esta idea de un Beitar puro está fuertemente arraigada en La Familia. Entendemos donde está la oposición de algunos de los seguidores que no quieren un propietario musulmán, porque el Estado de Israel en general y Beitar Jerusalén en particular tienen un conflicto de larga duración con los árabes y musulmanes del país, reconoce Simchi. Pero aquí hay una excepción, porque cuando viene un propietario musulmán o no que quiere invertir por amor y ganas, no podemos dejar que las pequeñas voces arruinen este trato, concluye.

El fútbol no gana

Un conflicto similar ocurrió en el 2012 cuando el entonces propietario del club Arkadi Gaydamak fichó a dos jugadores musulmanes chechenos con la intención de, como él dijo, mostrar a la sociedad israelí su verdadero rostro. Cuando uno de ellos marcó un gol, la tribuna este del Beitar, hogar de La Familia, se empezó a vaciar, y la violencia escaló con un incendio provocado en las oficinas del club. Zinshtein siguió a ambos jugadores durante toda la temporada en su documental 'Forever Pure', merecedor de un Emmy. Tenía la esperanza de que el fútbol ganara, reconoce.

Pero no lo hizo. Entonces, toda esta mayoría silenciosa se miró al espejo y se dijo a sí misma: no quiero estar conectada a algo tan horrible; se sentían avergonzados después de ver el documental presentado en el 2016, explica Zinshtein. En estos cinco años, más voces antirracistas se han hecho oír. Gracias a un cambio paulatino, la compra por parte del jeque ha sido aceptada por la gran mayoría de los fanáticos. Amo el fútbol, y pensé que era la oportunidad de comprar este club y solucionar este problema racista, reconoce el copropietario Moshe Hogeg a Associated Press, podría hacer algo más grande que el fútbol".

Busqué un socio que tuviera la misma visión de mostrar al mundo, mostrar a la infancia, mostrar a todos que los musulmanes y los judíos pueden trabajar juntos y construir cosas preciosas juntos, defiende Hogeg. Creo que el fútbol es la mejor plataforma para ello, reivindica desde las instalaciones del club en la ciudad santa. El Beitar Jerusalén está tomando otra dirección, concluye Zinshtein, el deporte tiene la habilidad de conectar a las personas.