Se acaba enero, un mes donde el Barça ha dejado escapar un título, perdió la Supercopa de España en la prórroga ante el Athletic ("lástima de esos dos minutos", se queja aún amargamente Koeman), pero ha ganado algo muy valioso en estos tiempos de dolorosa reconstrucción, que le ahogan desde la trágica noche de Lisboa.

Tiene, ahora sí, una idea estable de juego después de cinco meses de pruebas sin dar con el traje adecuado. El técnico, pragmático como es, viró de su plan inicial del 4-2-3-1 al tradicional 4-3-3, que ha conectado piezas que antes parecían universos incompatibles.

No es tan solo el cambio del dibujo sino que han aparecido jugadores (Pedri, Araujo, De Jong...)que resultarán fundamentales en el futuro deportivo de un club que aún hoy, tres meses después de que dimitiera Josep Maria Bartomeu, continúa sin tener presidente. Y todavía queda más de un mes para que las urnas se abran.

En ese escenario, donde anda tan desamparado el equipo como el propio Koeman, que pide a Eric García y Depay, pero no hay ni un euro para pujar por dos futbolistas que quedan libres en junio. Con Messi, además, masticando en silencio si ejecuta al final este verano lo que ya escribió en un burofax de desamor con el club de su vida.

Tenue luz

En esa larguísima gira por España, el Barça se dejó escapar el título, pero construyó con siete victorias un edificio, pequeño aún, donde se observa una tenue luz de esperanza en medio de club que vive a oscuras desde hace años.

Tiene la Liga muy lejos, está a 10 puntos del Atlético, y eso que los de Simeone cuentan con un partido menos, en la Champions le aguarda el megaproyecto del PSG con Neymar y Mbappé dispuestos a demostrarle a Messi que el futuro está en París y ya no en Barcelona.

Pero, poco a poco, y en una situación de precariedad máxima, el equipo emite señales de entusiasmo. ¿Alegría? En absoluto. Palabra demasiado excesiva para un club decadente desde hace tiempo, golpeado por una terrorífica deuda de 1.173 millones de euros.

Ajenos al desastre que les rodea, De Jong y Pedri se han convertido, junto a Araujo, en la bandera de la renovación. No se sabe a donde llegará este cambio, pero, como recuerda siempre Koeman, hay algo en lo que creer.

Impacto inmediato

El neerlandés porque es ahora mucho mejor jugador de lo que ya que era. Y eso en el Barça que devora futbolistas (ni rastro de Coutinho, aún está lesionado, se espera todavía al gran y regular Griezmann y Dembélé insinúa, en el cuarto año, eso sí, todo lo que posee), es casi todo un acontecimiento.

El canario es una bendición. Por su fútbol y porque le cambia la cara a Messi, mientras el impacto del central uruguayo ha sido tan inmediato como inesperado porque se ha convertido en el jefe de una defensa huérfana de su líder natural:Gerard Piqué.

Poco a poco, y de manera natural, los jóvenes han sido arropados recibido el apoyo de las vacas sagradas en este «durísimo enero», como precisó el técnico, que volverá al Camp Nou el domingo 31 ante el Athletic, el mismo que le quitó la Supercopa. Busquets, que no estará por sanción ante el equipo vasco, disfruta con De Jong y Pedri, Alba se convierte en el máximo asistente del equipo (ha regalado nueve goles) y el rostro taciturno inicial de Messi han ido apareciendo sonrisas de complicidad con ese nuevo orden.

Un orden donde Koeman ha ganado en este complejo enero a fieles para su causa, obligado como está por las circunstancias de debilidad extrema de una plantilla descompensada, donde no llegan refuerzos y, al mismo tiempo, piezas esenciales como Ansu Fati, Piqué y Sergi Roberto, que está a punto de volver, viven desde noviembre en la enfermería. Fieles como Riqui Puig (marginal al principio) o Umtiti (otro desaparecido) que no entraban en la hoja de ruta del técnico. La necesidad aprieta. Y el Barça necesita sumar más fieles.