El Villarreal tiene encarrilado el pase a los octavos de final de la Europa League, pero se equivocaría pensando que el 0-2 cosechado en la ida es definitivo. Si algo ha demostrado el Salzburgo en los últimos meses es capacidad goleadora. Y no sólo en el flojo campeonato austríaco, donde presenta una avasalladora media de 3,2 tantos por partido. También en Europa, porque en la fase de grupos de la Champions marcó siempre a domicilio: tres goles al Lokomotiv en Moscú, dos al Atlético en Madrid y uno en Munich al actual campeón, el Bayern.

El conjunto de Jesse Marsch tiene una voluntad eminentemente ofensiva. Este hecho aumenta el valor del trabajo defensivo del Villarreal en la ida, que mantuvo la puerta a cero y supo resistir, sobre todo en la segunda mitad, al empuje de los locales. El Salzburgo tuvo en este aspecto dos bajas importantes de última hora, Sekou Koita y Mohamed Camara, sancionados por la UEFA poco antes del partido, a tres meses sin jugar por dopaje.

Tampoco estarán mañana en La Cerámica, igual que el centrocampista Okafor, baja. No por ello cambiará su plan de partido el técnico estadounidense. El Salzburgo mira siempre la portería contraria, una característica que es a la vez virtud y desgracia. Lo aprovechó el Submarino en Austria.

El devenir del encuentro de ida no desanimó a Marsch, que ya en la misma rueda de prensa posterior prometió batalla en la vuelta. Tampoco le ayudan los precedentes. El Villarreal nunca desaprovechó un triunfo lejos de su estadio en el partido inicial de una eliminatoria europea. El conjunto dirigido por Unai Emery venció, anteriormente, en el primer partido de una eliminatoria iniciada lejos de La Cerámica en nueve ocasiones y en todas ellas accedió a la siguiente fase de la competición.