En Londres vivimos uno de esos partidos eternos, pero que siempre estarán en el disco duro emocional. A todos se nos pasaron por la cabeza situaciones como el penalti de Belletti a Mista en la semifinal de UEFA, el de Riquelme, la expulsión de José Mari ante el AZ Alkmaar, el penalti no señalado en Liverpool o el gol del Levante en el último minuto de la prórroga. En el Emirates, el trébol de cuatro hojas se hizo adulto, después de 24 años de buen riego, mimos y abono. El Villarreal ya está en una final europea. Trabajo y pasión. La plantilla se la dedicó a su presidente. Y ahora espera el Manchester United, posiblemente el club más poderoso del mundo y con más seguidores. Tendrá que jugar por quinta vez contra el equipo al que no consideró digno para disputar un amistoso de verano. Luego, no tuvo más remedio que enfrentarse a él cuatro veces en Champions. Y nunca le ganó (4 empates a cero). 

Astérix y Obélix

Los groguets siguen exhibiendo orgullo ante clubs de grandes urbes, igual que Astérix y Obélix lo hacían plantando cara a los romanos. Su pócima mágica les daba una fuerza sobrenatural para defender su independencia ante Roma. Roig y Emery la conservan a buen recaudo para Gdansk, donde el Villarreal se medirá por quinta vez al coloso Manchester United.

Los artífices 

Tuve el privilegio de estar en el Emirates de Londres, pero les digo, con sinceridad, que si hubiera podido cambiar mi silla por 10.000 localidades para seguidores groguets, lo habría hecho, pese a que después de 21 años era el partido soñado. Mucho tiempo en el que he visto crecer este trébol de cuatro hojas. Sentí admiración viendo a Fernando Roig Negueroles en un discretísimo segundo plano en el aeropuerto de Lutton, siendo el armador de este proyecto en la sombra, ni tan siquiera asomó la cabeza para aparecer en pantalla, aunque fuera un cameo. 

Más de lo mismo Llaneza, a quien profeso tanto cariño como respeto. Es tanto lo que ha hecho, que ustedes ya lo saben. No solo ellos; en los títulos de la película aparecen perdidos, muchos nombres cuyo trabajo ha hecho crecer el trébol. Hernán Sanz, atento a todo y a todos. Juan Antón, uno de los hombres más preparados que conozco. La humildad de Cristina Daudén, servicial y discreta. José Javier Jiménez, el ordenador andante de Miralcamp. Álvaro Prieto, el guía en los viajes. No olvido nombres. No me caben aquí. Y, ojo, la historia no ha terminado. Continuará en Gdansk. Les iremos informando.