Una goleada inolvidable. Un día grabado a fuego en la historia del Villarreal. Hat trick de Bacca, cuatro goles al Sevilla, la gente volvía al fútbol. Un día redondo. ¡Vosotros sois el fútbol! Sin la afición este deporte pierde duende, magia, sentimiento, calidez.... Los cinco mil espectadores que estuvieron en el templo groguet dieron una lección de civismo, educación y, sobre todo, de amor a su equipo. Adolescentes llorando de emoción, padres llenos de ilusión y orgullo de acompañar a su hijo cogido de la mano, aficionados veteranos viviendo otra vez la sensación de ver rodar el balón y tantas y tantas escenas imborrables, que el fútbol no es que pasara a segundo plano sino todo lo contrario, volvió a ser fútbol de verdad, del bueno, no el sucedáneo de paella de bote en el que esta maldita pandemia lo convirtió. Por fin, no se oían las voces de los jugadores, ni el golpeo de la pelota, solo a las verdaderas estrellas del fútbol: sus aficionados. 

Y el partido fue espectacular. El Villarreal y el Sevilla ofrecieron una tarde apoteósica, por algo ambos forman parte de esa New Gen de clubs que quieren romper el monopolio de esa élite que pretendía mirar por encima del hombro al resto, subidos en la silla de la Súper Liga europea. El fútbol es una fiesta para todos y la Cerámica vivió una tarde de ensueño. 

Cambios en el once

Emery tuvo que recomponer su equipo como pudo, agobiado por las bajas. El de Hondarribia movió su varita mágica y con los mimbres que disponía formó un buen cesto. Funes Mori, un central zurdo, actuó como lateral derecho, Moi ocupó el sitio de Capoue, y Bacca y Yeremi acompañaron a Gerard en ataque. Delante, el Sevilla, la gran revelación de esta Liga con un auténtico equipazo. El partido fue volcánico con una verticalidad y un ritmo trepidante. El Sevilla se metió en el partido volcado sobre la puerta de Asenjo, que dejó dos paradas de guardameta top en sendos remates de Ocampos y De Jong. Pero El Villarreal respondió rápido con Gerard mandando un mensaje de que este equipo no se arrodilla ante nada ni nadie. Y el balón seguía feliz, rodando con un mueca de satisfacción con el murmullo de una grada que no cesaba de animar, disfrutando con cada acción de su Villarreal.

Primer gol celebrado con público

La Cerámica entró en ebullición con el golazo de Bacca a la salida de un córner. El colombiano tomó impulso y remató, con la clase de un 9 de raza, a la red. Era el premio a un Submarino competitivo y ambicioso. Los 45 minutos del primer tiempo pasaron volando. 

Y la fiesta continuó tras el descanso. El 2-0 fue como poner la canción preferida de la novia en el baile nupcial: una explosión de júbilo incontenida después de 14 meses de abstinencia. Gerard dibujó el desmarque de Bacca y el colombiano lo rubricó con otro gol de 9, con dedicatoria a su país. 

El Villarreal volaba. ¡Era difícil jugar mejor al fútbol y ponerle tanto corazón! El Sevilla estaba desbordado y Diego Carlos vio la roja dejando a su equipo en inferioridad. Era el jaque mate al resultado La grada vibraba y coreaba el A Polonia oe, oe. ¡Qué fiesta! Y Gerard volvió a reivindidar que esta es su Liga y lleva su nombre inscrito en letras mayúsculas como mejor jugador recogiendo la corona de Messi.

El 3-0 no parecía un gol real, sino uno de esos que se ven en los e-sports a los mandos de la play. Nadie quería que la fiesta terminase. La música seguía sonando y nadie tenía ganas de que parase. Y Bacca menos. Aun tuvo tiempo de poner la última, la de la borrachera final, completando un hat trick de altura ante su exquipo. Era el 4-0. Era la locura total. ¿Por qué tuvo que acabarse? Era la fiesta que uno no olvida nunca. La fiesta de la afición. La fiesta del Villarreal. ¡A polonia oe, oe! fue el penúltimo disco. Continuará...