Lloró Ansu Fati. Lloró mucho. En silencio y junto a los suyos, pero no ha parado de derramar lágrimas, incapaz de entender al inicio el drama deportivo que le tocó vivir cuando el pasado 7 de noviembre sufría una lesión en la rodilla izquierda en el Barça-Betis. Era grave. Y lo sabía. Pero no tanto ya que el primer diagnóstico indicaba que el joven delantero, que había destrozado todos los récords de precocidad, iluminando al Camp Nou en tiempos de oscuridad, debía estar solo cuatro meses de baja. Al final, ha estado casi 11.

Hace ya 323 días que juega, sufriendo un tortuoso camino para rehabilitarse con cuatro operaciones (tres confirmadas por el club) antes de asomarse esta tarde al estadio que lo acogió como lo que era. La bandera de la esperanza, incluso estando Messi. Ahora la figura de Ansu se ha agigantado aún más, necesitado como anda el barcelonismo de fuentes de ilusión y optimismo en un club deprimido y arruinado no solo económicamente.

"El primer día que volví a entrenar con el grupo le pedí permiso al club para que dejaran venir a mi padre y mi hermanito" confesó el delantero, de 18 años, transformado en la bandera de una nueva época que no se sabe hacia donde llevará al Barça. El club, obviamente, abrió las puertas de la ciudad deportiva de Sant Joan Despí a la familia de Ansu Fati. Él, en el césped; ellos, nerviosos e inquietos en la grada. "En el primer entrenamiento cuando mi padre me vio saltar, correr y tocar el balón, se puso a llorar. Yo, también", confesó emocionado Ansu en una larga entrevista a Barça TV.

"15 minutos como máximo"

Emocionado anda desde que ve que su rodilla izquierda, que no paró de crujir desde noviembre pasado, resiste el día a día con el grupo. Aunque no quiere precipitarse. Tampoco, Koeman. "Tenemos un plan con Ansu. Si todo va bien jugará 15 minutos como máximo", adelantó el técnico, mientras el delantero, que ha llorado solo junto a su familia, exhibió en su discurso la misma madurez futbolístico que demostró con su espectacular irrupción en el Camp Nou. Ahora, ya tiene la respuesta que buscaba a esa pregunta que le torturó durante tantos y tantos meses en los que estuvo en manos de médicos y fisioterapeutas.

 "Mi hermanito me preguntaba cada día: ‘¿Cuándo vuelves?’ No sabía qué decirle. Eso era lo más duro para mí", admitió Ansu, quien reconoció que "ha sufrido más por su familia" que por sí mismo. También habrán terminado las noches de insomnio, tenebrosas y desesperanzadoras noches.

"Hubo momentos en que sentía que no avanzaba. Me iba a dormir y no podía. Me levantaba a las 3 de la madrugada y llamaba a mi familia", reveló. Todos juntos con Ansu para que no se abandonara en esas veladas donde el retorno al Camp Nou ("será casi como mi debut") parecía utópico.

Negociando la renovación

Hoy, en cambio, se atará, al fin, las botas. Y con el 10 a la espalda, otra prueba de la enorme personalidad de este adolescente, capaz de recoger tan simbólica zamarra sin importarle la carga que desprende. "Es un honor y un reto llevar el 10, que tuvieron antes Leo y Ronaldinho. Es una presión más, pero debes asumirla", afirmó. El Kun, por respeto a Leo, no cogió ese dorsal. Coutinho, el fichaje más caro y el jugador mejor pagado de la plantilla tras la marcha del argentino al PSG, tampoco.

Ansu, sí. Valiente como fue cuando abandonó a Rodrigo Messi, hermano de Leo (aún estaba en el club), como agente para irse con Jorge Mendes, que negocia desde hace semanas la renovación con el Barça. Valiente como es Ansu para proclamar el adiós a esas lágrimas infinitas, convencido de que vuelve hoy "más fuerte" que antes.