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Rugbi

¿Cómo es jugar a rugbi a los 62 años?

El Vila-real Club de Rugby Penyagolosa ha firmado a un jugador de una edad sorprendente

Mario Reyes en su debut con el Club Rugby Penyagolosa. MEDITERRÁNEO

El sábado 4 de septiembre el Vila-real Club de Rugby Penyagolosa publicaba en sus redes una noticia sorprendente. Mario Oscar Reyes Cantadore era presentado como nuevo jugador de este club del grupo norte de Tercera Territorial. Una noticia en absoluto atípica, si no fuese por la edad del susodicho. A sus 62 años, este talonador regresa a los terrenos de juego con la esperanza de poder cumplir el sueño de su vida.

Después de una larga sequía, Mario aterriza a Vila-real para poder seguir compitiendo varios años. Lo hará siendo el veterano del equipo y de la categoría.

Pese a su edad, este jugador argentino se conserva en un buen estado físico. Entrena todos los días y mantiene una vida alejada del alcohol y cualquier tipo de droga.

Desde el Club Rugby Penyagolosa, confirman que su edad no ha sido ningún problema. De hecho, debido a su poderío físico se encarga del aspecto físico de la preparación de sus compañeros. 

Además, Reyes también es una referencia para sus compañeros tanto dentro como fuera del campo. No solo por su edad, sino por todo lo que ha tenido que atravesar para poder llegar a competir en un equipo federado. 

Para él, todo lo que le está sucediendo es un premio a su constancia. A pesar de los dolores que arrastra por su pasado en el deporte de contacto, afronta esta temporada con ilusión. 

Mario viene de Argentina, concretamente de Villa Devoto, un barrio de Buenos Aires. Allí empezó su historia con el rugbi. “Yo vengo de un barrio humilde y a la gente lo que más le gustaba era el futbol, porque el rugbi era más elitista. Entonces, los que nos gustaba el rugbi nos juntábamos y jugábamos con el balón de fútbol. Luego cuando podíamos nos juntábamos con otra gente y nos íbamos a jugar”.

No podía reunirse la gente más de tres personas, por ejemplo en una esquina, y más de una vez, en vez de terminar yendo a jugar el partido, acabamos en el calabozo por estar reunidos esperando el autobús

Mario Reyes - Jugador del Club Rugby Penyagolosa

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Ya a mediados de los años 70, siendo más mayor se enroló en alguna liga regional, pese a las complicaciones que les imponía la dictadura militar que en aquel momento imperaba en el país. "No podía reunirse la gente más de tres personas, por ejemplo en una esquina, y más de una vez, en vez de terminar yendo a jugar el partido, acabamos en el calabozo por estar reunidos esperando el autobús. Eso implicaba 72 horas incomunicado… al final nos quedaba lejos y ya no íbamos".

No los llevaban a un lugar agradable. Les encerraban en un lugar desconocido, sin registrar y sin la certeza de saber si iban a salir. Allí escuchaban a gente quejarse e incluso cuando oían pasos acercarse, deseaban que no fuesen a por ellos porque no sabían dónde los iban a llevar. Dos de sus amigos, desaparecieron en “el barrio” y nunca más se volvió a saber de ellos.

Esto le llevó a emigrar a Brasil en busca de libertad para vivir y para jugar a rugbi. Tras varios años pasando los veranos en el país carioca, a los 18 decidió establecerse hasta sus 19. El temor a la dictadura, a ser detenido y no volver a ver la luz del sol, le impulsó a tomar esta decisión. En su boca guarda el recuerdo del molar que le saltaron aquel día que le introdujeron un cañón de ithaca en la boca. “Cuando te ves la tortura y la muerte tan cerca, la respirás, la oís...” Entonces se dio cuenta de que estaba cansado de que le golpeasen y de no poder siquiera reunirse con sus amigos en una esquina. “Fue una decisión por desesperación”.

De hecho, su padre intentó buscarle trabajo en el Ministerio de Defensa. “Así tendría la credencial que me evitaría esas detenciones, pero yo era un idealista”. Mario se negaba a tener ningún tipo de privilegio por encima de sus amigos, no le parecía justo, y por eso se negó.

En Brasil vivió entre favelas y compitió en un equipo de Sao Paulo de Tercera División. Primero vivió en el barrio de Alapa y después se mudó a Rio de Janeiro, a una favela cercana de donde se hizo el aeródromo. No obstante, los problemas sociales y la lejanía con el club de rugbi le impulsaron a regresar a Sao Paulo.

Me decían 'O varon de borbolla' porque tenía ampollas en los hombros, porque me la pasaba jugando en la playa

Mario Reyes - Jugador del Club Rugby Penyagolosa

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Allí se integró y fue rápidamente aceptado pese a la rivalidad futbolística existente entre ambas naciones. “Me decían O varon de borbolla porque tenía ampollas en los hombros, porque me la pasaba jugando en la playa”.

Solo una temporada disfrutó del rugbi brasileño hasta que tuvo que volver a Argentina por una cuestión burocrática, poco antes de las elecciones que darían paso a la democracia. Allí estuvo durante cuatro años hasta que la complicada tesitura económica le obligó volver a emigrar, esta vez a Ibiza. “No fui de quedarme muy quieto, siempre busqué soluciones”.

En la isla balear estuvo durante 34 años. Como cualquier inmigrante, empezó trabajando de lo que podía: peón, albañil, barman, portero de discoteca… Con el tiempo se hizo con un trabajo de instalador y fue creciendo hasta terminar fundando una empresa de construcción. Más tarde, decidió importar coches de lujo y montó otra empresa de alquiler de este tipo de vehículos.

La crisis se llevó empresas y personas. Yo me salvé porque no fumo, no bebo y llevo una vida ligada al deporte, pero si no, no estaría aquí. El deporte para mí es todo

Mario Reyes - Jugador del Club Rugby Penyagolosa

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Ambas empresas sobrevivieron más de 15 años, hasta que la crisis acabó con ellas. “Gracias a eso estoy vivo, porque el nivel de estrés que llevaba era insoportable”. Llegó hasta el punto en que en un viaje a Castellón perdió la memoria debido al estrés. “La crisis se llevó empresas y personas. Yo me salvé porque no fumo, no bebo y llevo una vida ligada al deporte, pero si no, no estaría aquí. El deporte para mí es todo”.

Me dije que no me iba a morir sin completar al menos dos temporadas seguidas. Me dejé la piel y muchos dolores dejo en el camino cuando voy a entrenar

Mario Reyes - Jugador del Club Rugby Penyagolosa

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Los deberes laborales le impidieron comprometerse con un equipo federado, pero al ser una ciudad “cosmopolita” pudo seguir practicando su deporte con gente de todo el mundo, en lo que llamaban la “liga internacional.” A ella acudía gente incluso profesional “Te pasaban como aviones y cuando te chocaban te dejaban las costillas a un costado”.

Finalmente, en 2017 se mudó a Castellón para estar cerca de una de sus hijas. Allí conoció a los ‘Dragones’, su actual equipo. En él aspira a completar su sueño, poder completar dos temporadas como jugador federado. “Me dije que no me iba a morir sin completar al menos dos temporadas seguidas. Me dejé la piel y muchos dolores dejo en el camino cuando voy a entrenar”.

Ahí consiguió el trabajo de entrenador personal, que se ha convertido en su oficio en los últimos años. Además, colabora con la empresa de comunicación de su mujer, Saire, MS comunicaciones.

Imagínate, 62 años y me ficharon para jugar aquí con ellos, son todos pibes jóvenes, los veteranos empiezan a los 35 y yo estoy con la ilusión de uno de 20

Mario Reyes - Jugador del Club Rugby Penyagolosa

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Aparte de rugbi, Mario ha practicado deporte de contacto a lo largo de toda su vida, lo que le ha costado numerosas lesiones. Dolores silenciosos que arrastra sin quejarse.

Tras muchos años en el rugbi, siente que su experiencia le invita a nunca darse por vencido. “Imagínate, 62 años y me ficharon para jugar aquí con ellos, son todos pibes jóvenes, los veteranos empiezan a los 35 y yo estoy con la ilusión de uno de 20”.

Pese a la derrota en la primera jornada liguera, desde el club aspiran a poder ascender a Segunda Territorial. “Tenemos un equipo que pinta buena forma, gente comprometida y ahí aportamos todo". Para ello, Mario aporta experiencia, temblé y la parte física y mental. "Ellos a mí me aportan juventud, me hacen olvidar la edad que tengo”.

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