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El hombre que no quería una estatua

Wim Jansen, uno de los líderes del Feyenoord campeón de Europa en 1970, cumplió el sueño de su vida: jugar al lado de quien había sido su ídolo desde niño y hacer realidad su viejo deseo

Wim Jansen conduce el balón en un partido.

En un tiempo en el que Holanda revolucionó la forma de jugar al fútbol fue el Feyenoord quien enseñó el camino al resto. Antes de que el Ajax arrasase con todo, el equipo de Rotterdam ya había sido campeón de Europa y del mundo a comienzos de los setenta. Lo consiguió gracias a un grupo de jugadores que hoy forman parte de la leyenda. Entre ellos estaba un chico rubio de pelo alborotado llamado Wim Jansen que siempre se negó a que su club le levantase la estatua que de sobra se merecía.

El día que Wim Jansen pisó la grada de De Kuip supo de inmediato cuál sería su objetivo en la vida. Le llevó su padre, fiel seguidor del equipo de Rotterdam, cuando aún no había cumplido los diez años. Se quedó entusiasmado con el ambiente, el ruido, el olor y con Coen Moulijn.

El extremo, que por entonces podía tener veinte años, ya era la bandera del club. Un futbolista hábil y veloz que dejaba a los defensas tirados como trapos. Vivía apenas a cien metros de los Jansen, en la calle Bloklandstraat. El pequeño Wim le conocía de vista. Le habían dicho que aquel chico al que la gente saludaba era futbolista del Feyenoord, pero era muy diferente verle volar aquella tarde por el césped de De Kuip. Aquello fue como una revelación para él.

Wim Jansen pasaba horas en la calle jugando al fútbol. No quería hacer otra cosa hasta el punto de que esa obsesión le generó algunos problemas en casa. Su madre acabó por ceder en muchas discusiones hasta el punto de que había días que le hacía llegar la merienda a través de una cuerda que descolgaba desde la ventana. El chico no quería perderse un segundo de fútbol. En ocasiones Moulijn pasaba por allí camino de su casa y se detenía un rato a hablar con los chavales, a verles corretear tras la pelota e incluso se atrevía a participar unos minutos en el juego. Esos días eran fiesta grande en el barrio.

Cuando tenía algo menos de trece años Jansen entró a formar parte de las categorías inferiores del Feyenoord. Su padre le llevó a las pruebas convocadas para chicos de su edad y de inmediato llamó la atención de los técnicos del club. Desde ese instante comenzó una escalada que le fue llevando por las diferentes categorías hasta que llegó al juvenil. Allí la cosa se ponía más seria. Pero Jansen demostró estar preparado para aquel desafío. Se había hecho inconfundible en el club de Rotterdam gracias a su pelo rubio y su capacidad física. Impresionaba su fortaleza. Por eso no tardó en asomar en algunos entrenamientos con el primer equipo. La primera vez que sucedió estaba en el césped comido por los nervios cuando apareció en el campo Coen Moulijn. El capitán se fue hacia él y le dijo “¿cómo estás vecino?” En su biografía escrita muchos años después Jansen confesó que “en ese momento habría matado por él”.

Cruyff siempre le quiso tener a su lado e incluso le convenció para jugar en el Ajax

Era inevitable que Jansen se instalase en el primer equipo del Feyenoord. En 1965, cuando tenía 19 años, los saludos con Moulijn ya eran diarios. El equipo le hizo contrato profesional y a la primera plantilla llegaron también otros buenos amigos suyos como Booskamp o Van Daele que habían hecho buena parte del recorrido por la cantera a su lado. Aunque Jansen no tardó en hacerse con un sitio en el equipo, le costó comenzar a cosechar títulos con el Feyenoord que atravesó una pequeña sequía. Hasta que entró en escena Ernst Happel. El austríaco revolucionó la forma de jugar e hizo una interesante combinación entre los jóvenes que llegaban –entre los que Jansen era su elemento más sobresaliente– con los veteranos que se empezaban a marchar como Coulijn. Todo ello aderezado con alguna contratación brillante como la de Van Hanegem que formaría con Jansen una pareja de mediocampistas irrepetible en el Feyenoord. Solo unos meses después estaban celebrando la conquista de la Liga y la Copa de Holanda. Fue solo un adelanto de lo que vendría después porque en 1970, tras una final electrizante contra el Celtic, el Feyenoord se convirtió en el primer equipo holandés que conseguía la Copa de Europa. Un gol de Kindvall a tres minutos de que finalizase la prórroga llevó la locura a las calles de Rotterdam.

El Feyenoord campeón de Europa en 1970. Jansen, tercero por la derecha abajo. En el centro Moulijn, su gran ídolo.

Jansen estaba radiante, pero no era su felicidad la que le llenaba sino la de su padre, la de sus vecinos de la calle Bloklandstraat y la de Moulijn que había renunciado tiempo atrás a ofertas jugosas de algunos de los grandes clubes europeos porque su sueño era ser campeón de Europa con el equipo de su vida. Haberle ayudado en aquella tarea tenía un valor incalculable para él. Unos meses después de ganar la Copa Intercontinental -gracias a un gol de su buen amigo Van Daele- Moulijn se retiró y Jansen heredó en cierto modo el gobierno del vestuario, una situación que no le resultaba demasiado cómoda. Siempre fue amigo de la discreción y prefería que su liderazgo se limitase al terreno de juego.

Jansen, en un partido con la selección holandesa.

Después de los éxitos con el Feyenoord se añadirían los de la selección holandesa. A comienzos de los setenta la base del equipo de Rinus Michels eran los jugadores del Ajax con Johan Cruyff a la cabeza. Un tiempo no exento de tensiones debido a la rivalidad existente entre los principales clubes del país. Sin embargo, el grupo del Feyenoord y del Ajax se entendieron a la perfección. Una de las razones para ello era que Cruyff adoraba a Jansen. Como persona y como futbolista. Le consideraba imprescindible en la selección y se preocupó siempre por alfombrar la relación con la gente que llegaba del club de Rotterdam. Sucedió lo contrario con el PSV hasta el punto de que Van der Kuijlen y Van Beveren –seguramente el mejor delantero centro y portero del país– no estuvieron en el Mundial de 1974 en el que Holanda alcanzó la final ante Alemania. Con 32 años Jansen acudió también a la cita de Argentina donde, sin Cruyff, su experiencia resultó esencial para conducir de nuevo a la selección a la final. Pero un remate al palo en el último suspiro les dejó sin el título que merecía aquella generación.

Cruyff y Jansen corren juntos durante su etapa en Estados Unidos

Jansen ya estaba en el final de su carrera. En ese tiempo había seguido persiguiendo títulos con el Feyenoord, pero no fueron años fáciles. En 1980, tras levantar la Copa de Holanda, decidió que era hora de romper aquella relación tan maravillosa y probar alguna experiencia nueva. Johan Cruyff le convenció para irse con él a la MLS americana a jugar en los Washington Diplomats. Eran los tiempos locos del Cosmos de Nueva York en los que Estados Unidos se convirtió en el cobijo de las principales leyendas del fútbol mundial. Duraron un año allí y entonces volvió a hacerle caso a su antiguo compañero de la selección. Cruyff le ofreció irse al Ajax con él.

Jansen, tras recibir el bolazo de hielo en la cabeza antes de un Feyenoord Ajax.

Aquello eran palabras mayores porque suponía una pequeña “traición” al club de su vida, pero la insistencia del “flaco” fue tan poderosa que Jansen acabó por aceptar la propuesta. Quiso la mala suerte que el partido de su estreno fuese en De Kuip, en su casa, frente a la gente con la que había compartido tantas cosas. Un día en el que se mezclaban tantos sentimientos y que acabó de la peor manera.

Durante el calentamiento un joven aficionado le lanzó una bola de hielo que se estampó directamente en la cara y le obligó a retirarse a los diez minutos completamente conmocionado. Aquello fue un hecho aislado, pero a Jansen le dejó huella. Ganó una Liga con el Ajax y tras seis meses más en Estados Unidos en 1982 decidió cerrar su etapa como futbolista.

El holandés, en sus años de entrenador del Feyenoord.

Después Jansen se dedicó a entrenar. Comenzó en la cantera del Feyenoord, pasó por un par de clubes modestos y finalmente cayó en el banquillo de De Kuip donde ayudó a levantar algún título más. Luego vendría su etapa en el Celtic –donde acabó con el dominio aplastante del Rangers– y a partir de entonces prefirió ejercer de vieja leyenda. Hablar cuando le preguntasen, dar consejo solo cuando fuese necesario. No quería excesiva atención puesta en él. Incluso cuando le hablaron de la posibilidad de levantar una estatua en su honor a las puertas del estadio del Feyenoord rechazó de forma tajante la idea. “Te la haremos cuando mueras” le avisaron entre bromas los directivos del club. Incluso una biografía sobre él supuso un esfuerzo personal grande y tardó en prestar su ayuda al periodista que se encargó de la tarea..

zJansen hojea su biografía junto a su mujer en una de sus últimas imágenes en público

Hace unos años a su mujer comenzó a extrañarle que preguntase tantas veces qué día de la semana era. Acudió a un médico que le diagnosticó que sufría demencia. A partir de ese momento desapareció de la vida pública hasta que esta semana se supo que había muerto en su casa de Rotterdam acompañado por esa modestia que, como dijo su excompañero Arie Haan, “le servía para disimular lo grande que era”.

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