Ya tiene, formalmente, su propio campeonato del mundo. Se ha profesionalizado. Cuenta con sus devotos, que presencian las luchas y que pagan, incluso, por verlas a través del televisor. Es una especie de combate. Sobre un cuadrilátero. Pero no hay sangre.

No hay violencia extrema como en esos otros deportes que han causado furor en los últimos años, y en los que se permiten luxacionesestrangulaciones y golpear al rival con puñetazoscodazos rodillazos en el rostro. Y en los que el suelo del ring acaba siempre siendo la alfombra de un auténtico desperdicio de glóbulos rojos.

Aquí no hay nada de eso. Esto es más un rito de la infancia llevado a sus últimas consecuencias. También una ocurrencia, si se quiere, que incluso ha sido propuesta para formar parte como disciplina del pentatlón moderno (sustituyendo a la equitación) y ser parte, por tanto, de un deporte olímpico. Su práctica no requiere de un gran desembolso en material. Basta llevar ropa deportiva... y una almohada.

Sí, hasta ahora a la mayoría de la gente le decían “consúltalo con la almohada”, pero ahora, cada vez más, te ofrecen la posibilidad de armarse con una, salir a la calle y liarse a almohadazos contra semejantes que portan sus reposacabezas.

Esto no es esencialmente nuevo. Hace ya muchos años que en cientos de ciudades de todo el mundo, miles de personas participan en batallas de almohadas en plena calle: Nueva York, Washington, Madrid, Barcelona, Dubái, Kuala Lumpur, Helsinki, Shangai, Londres…

Día mundial

La primera vez que miles de personas se concentraron en varias ciudades del mundo en una misma fecha para liarse a golpes con las almohadas fue en 2008. Aquello tuvo su éxito y su repercusión vía redes sociales. Los vídeos en Youtube se encargaron de viralizar y contagiar a gente de medio planeta y se acabó instaurando el Día Mundial de la Pelea de Almohadas ('International Pillow Fight Day'), que se celebra cada año el primer sábado de abril. Al acontecimiento se suman ya anualmente más de 1.500 ciudades de todo el mundo.

Los contendientes llegan a la escena del combate portando sus ‘armas’. Las hay viscoelásticas, de látex, de fibra, de plumas… Estas últimas son las mejores, porque convierten las peleas en esa especie de bolitas de cristal que simulan tener nieve cuando las agitas y son típicas de Navidad. La escena de un combate tiene algo de idílico y suele retrotraer a los participantes a sus años mozos.

Importante: no introducir ningún elemento adicional en el relleno. Se trata de aturdir, no de lesionar al oponente. No vaya a ser que la diversión se torne en tragedia, o en hipérbole por exceso de celo o malas artes, como sucedió en 2015 en la academia militar de West Point, en Estados Unidos.

Allí, en la tradicional batalla de almohadas que pone fin cada año al curso de verano, la contienda presentó un parte de guerra con 24 pérdidas de conocimiento, una nariz rota, una fractura de pierna y seis dislocaciones de hombro.

¿De qué tipo de ave eran las plumas que rellenaban esas almohadas? Bueno, en realidad, serían de ganso, o de pato, pero los cadetes tuvieron la ‘feliz’ idea de acompañar ese relleno clásico con objetos contundentes. En esta modalidad aún no han llegado aún las tarjetas rojas del fútbol.

Otra norma básica es no arrear ni sacudir a nadie que no lleve almohada o a quien lleve cámara. Es una diversión, pero debe ser recíproca, bidireccional, y el camarógrafo no tiene con qué defenderse. Y mejor, porque un buen objetivo es bastante más contundente que una tela rellena de plumas.

Antiguo Egipto

Aunque la almohada ya existía en la antigua Mesopotamia, y era un elemento que ha aparecido en tumbas del antiguo Egipto, en aquellos tiempos no habría sido una buena idea celebrar peleas con este objeto. Hacerlo habría sido un descalabro, ya que por aquel entonces se fabricaban fundamentalmente de piedra.

No se buscaba exactamente la comodidad en el tiempo concedido a Morfeo, sino evitar que a uno le entrasen insectos u otros animales en los oídos o en la boca.

Miles de años después, esto es, el 29 de enero de 2021, la almohada tiene ya su sitio entre el deporte profesionalizado, convirtiéndose en algo más que un objeto sobre el que apoyar la cabeza; es el gran protagonista de una modalidad que ha celebrado en esa fecha su primer campeonato del mundo, el Pillow Fight Championship (PFC).

Ha sido en Miami (EEUU), y ha contado con la participación de 16 hombres y ocho mujeres, la mayoría provenientes del boxeo y de las artes marciales mixtas.

Steve Williams, presidente ejecutivo del PFC, valoró para Reuters el acontecimiento que se ofreció por televisión en modo de pago por visionado: "Esto no es algo en lo que te sientas, te ríes y ves cómo vuelan las plumas. Este es un deporte serio. La única diferencia entre nuestras peleas y las otras es que nadie sale herido. A los luchadores no les gusta lastimarse, y hay mucha gente que no quiere ver la sangre. Quieren ver una buena competencia, simplemente no quieren ver la violencia".

Los combates cuentan con tres asaltos. Como en disciplinas más clásicas como pueda ser el boxeo, los jueces deciden el ganador de cada uno de ellos en función del daño que cada competidor hayan sido capaz de infligir al rival. Salvo que haya un KO, que no es demasiado frecuente, claro.

Los ganadores, en categoría masculina y en femenina fueron la brasileña Istela Nunes y el estadounidense Hauley Tillman. Ambos provienen de las MMA (artes marciales mixtas). Y ahora, además de la almohada, tendrán el colchón de los 5.000 euros que recibieron por proclamarse vencedores en el torneo.

Los japoneses, aunque sin llegar a la profesionalización, hace años que celebran en la ciudad de Ito, en la prefectura de Shizuoka, el makura-nage, un campeonato de lucha de almohadas con unas reglas más precisas, en el que se enfrentan dos equipos que deben proteger de las almohadas rivales a su ‘general’ y sin que como saldo haya que realizar radiografías a nadie. Tiene su puntito de ajedrez y la sangre no llega nunca al río.

En España, hasta la fecha, la práctica del deporte de zumbarse con una almohada no le quita el sueño a nadie, pero cada vez más ciudades compiten cada año por convertirse en la que alberga la guerra de almohadas con más participantes. Quizá un día de estos la disciplina se convierta en una asignatura extraescolar más y eso suponga contar con un semillero de futuros campeones.

Y si no, siempre podemos cambiar la guerra por una greguería, y conformarnos con sacarle partido al objeto en el sentido que le dio Ramón Gómez de la Serna, quien definió la almohada como “la pecera de los sueños”.