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Leyenda del deporte

Entrevista a Gervasio Deferr: "Caí en un círculo vicioso de alcohol y depresión del que tardé 10 años en salir"

El triple medallista olímpico publica 'El gran salto', una autobiografía en la que descubre a la persona frágil tras el campeón

Gervasio Deferr, en un momento de la entrevista con este diario.

Todos creemos conocer al Gervi Deferr campeón (Premià de Mar, 1980), el gimnasta que se colgó dos oros y una plata en tres Juegos Olímpicos consecutivos. Pero seguramente el ejercicio más difícil y arriesgado en su vida lo ha hecho dando luz a su historia personal, su caída a los infiernos y su resurrección en el libro ‘El gran salto’. Es una autobiografía escrita con la ayuda del periodista Roger Pascual y que sale a la venta este miércoles publicado por la Editorial Península, del Grupo Planeta. El proyecto del libro, cuenta Gervasio Deferr en esta entrevista en la sede de Planeta, a la que se presenta con la sonrisa y energía contagiosas de siempre, enfundado en una camiseta de Queen y un bigote a lo Freddy Mercury ("es mi particular homenaje", dice), nació tras compartir una reflexión sobre la vida y la gimnasia en una entrevista con El Periódico, diario que pertenece al mismo grupo que este medio, Prensa Ibérica, a final del 2020. El impacto de su testimonio y las muestras de cariño y apoyo le empujaron a compartir su historia

¿Por qué nace este libro?

Hace tiempo que la idea me rondaba por la cabeza. Pero cuando me retiré, se planteó y no salió adelante. Desde entonces hasta ahora han pasado casi 12 años en los que he tenido las peores batallas de mi vida. No había desaparecido. Pero estaba perdido en las sombras. Intentando encontrarme y pasándolo muy mal hasta hoy, cuando me encuentro por fin, otra vez, conmigo mismo, ahora ya me siento más tranquilo y sereno. Y ahora que he llegado a ese punto de estabilidad, es un buen momento para presentar los 30 años de mi carrera, más los últimos 10 que fueron un tormento. Ha sido un viaje muy intenso, en momentos apasionantes. He llorado y he reído muchísimo, haciéndolo con Roger Pascual, que ha sido mi acompañante en este viaje, y estoy muy contento con el resultado. Veremos la repercusión. Mi objetivo era contar la historia de verdad y que cuando me lean los que me quieren y conocen, que me escuchen a mí.

 La gente tiene una imagen suya del deportista triunfador, medallista olímpico, pero da la impresión de que tenía la necesidad de mostrar lo que se esconde detrás de las medallas.

Quiero que la gente entienda que los deportistas perdemos muchísimas veces para conseguir ganar unas pocas. Que aunque hayas sido campeón olímpico, tu vida no tiene por qué ser la de un ganador y también se puede caer en lo más profundo. Ahora se habla de la salud mental por Simone Biles, que iba a ganar en Tokio medallas a porrillo y decidió que era más importante su salud. Pues yo entré en una depresión no diagnosticada en su momento. Caí en barrena, en un círculo vicioso de alcohol y depresión y he tardado 10 años en salir y volver a encontrarme. Pero hay amigos míos y compañeros que no lo han conseguido. Cuando me retiré me quedé perdido. T uve poco apoyo, aunque cuando lo pedí, sí que recibí ayuda. Pero igual era tarde, o demasiado tarde. Y lo digo para que las autoridades, el CSD, el COE, lo tengan en cuenta y preparen a la gente con tiempo, porque de repente, de tenerlo todo, pasas a un vacío muy complicado. Lo de las medallas está bien, pero también que se sepa todo lo otro.

Es una biografía descarnada, en la que habla también de su relación con el alcohol, las drogas, con su ingreso en un centro de desintoxicación.

 Tuve muchísimo tiempo cuando tuve que internarme en un centro de desintoxicación para pensar. Solo ntonces pude hacerlo con claridad. Realmente he hecho muchas cosas mal y no culpo a nadie por ello. Contarlo también es una forma de curarse. Poder verbalizar todo el proceso es una gran terapia. Quería sacarlo y escupirlo sin temor al qué dirán, porque importa menos el qué dirán que el tenerlo aquí dentro y que me haga veneno. Yo necesitaba sacarlo. Ya está. La gente hacía conjeturas sobre mí. Ahora está todo claro. Aquí cuento toda la verdad. Ahora, eso sí, para poder hacer un libro, había que hacerlo desde aquí (señala el estómago) y desde aquí (se toca el corazón). Tenía que ser desde lo más profundo de uno mismo. Y yo creo haberlo hecho así.

Habla de los casos de amigos fallecidos y grandes deportistas como Jesús Rollán, Blanca Fernández o Yago Lamela ¿Le asusta ahora ver lo cerca del abismo que se movió?

En su momento me asustó el poder acabar como ellos. Yo los nombro con muchísimo respeto y cariño porque han sido todos amigos míos y realmente sentí muchísimo su pérdida. Me vi reflejado en lo que les pasó. Vi que podía acabar igual. Pero tuve la suerte de tener la gente que tengo a mi lado, mi familia y mis amigos, que me respaldaron y me apoyaron en el momento que iba a caer del todo. Pero podría haberme pasado a mí si no me doy cuenta en su momento y pido ayuda. Seguiría en ese bucle. No había manera de salir de ese círculo vicioso.

 En esa búsqueda de un proyecto y de nuevos retos, aparece el gimnasio de La Mina como una tabla de salvación.

Fue un proyecto que habíamos hablado tiempo atrás, porque en el año 2000 cuando gano la primera medalla olímpica en Sydney, ayudo a Juan Carlos Ramos a montar la escuela de lucha de la Mina. Y medio en serio medio en broma, le digo ‘tendríamos que hacer el club de gimnasia’. Y siempre me quedó esa frase rebotando en la cabeza. Es un proyecto que nació de la voluntad de muchas personas, pero que he hecho mío y me hace feliz. Lo hago por una labor social. Por amor al deporte. Porque vengo de una familia sin recursos y pensando que en un barrio sin recursos es donde teníamos que estar. El reto era cambiar sus vidas a través del deporte y La Mina era el lugar. Pero con el tiempo me he retroalimentado de ese proyecto, que ha pasado de ser una labor social a mi salvación, a mi escape, mi vida. Ahora estoy con el proyecto del libro, pero para mí lo primero es La Mina, mi gimnasio, mis niños, mis competiciones...

 En el libro se confiesa contrario al autoritarismo que ha vivido en el deporte, sobre todo de los entrenadores.

Entiendo la autoridad de los entrenadores, pero la veo de otra forma. Creo que un entrenador debe dirigir y acompañar. No quiero que los chicos aprendan solo a hacer la vertical. Quiero que evolucionen cada día como gimnastas y personas. Con los niños he encontrado mi lugar. Me siento bien. Sé que estamos haciendo un buen trabajo. No somos héroes, no somos nada. Sé que estamos haciendo una labor social, pero somos un granito de arena de toda esa gente del barrio de la Mina que quiere salir adelante. Pero ahora estoy en mi lugar. Ya no quiero grandes victorias, ni grandes derrotas. Quiero estar tranquilo. Ya no me quiero pelear con nadie. Ya no alzo la voz. Al estar calmado conmigo, estoy calmado con los demás. Antes era un terremoto interior.

 En una entrevista reciente afirmaba que el problema del deporte es que los que mandan no han hecho deporte en su vida. Su apuesta por un medallista como Ray Zapata le da aún más la razón.

El ejemplo de Ray era claro ¿Cómo no se daban cuenta de su potencial? Les pedía que confiaran en mi criterio. Pero me decían que tenía 16 años y era muy mayor. Y yo pensaba que había que pelearlo porque Ray se le merecía. Es un talento innato. Les pedí que dejaran que fuera el primer gimnasta con el que pudiera trabajar. Al final ha tenido su oportunidad. Para un entrenador, para alguien que ama al deporte, ese tío es una pasada. Trece años después es medalla de plata. Me siento más que orgulloso, pero ¡ojo! que la ha trabajado y se la ha ganado él, aunque yo la sienta también parte mía.

Impacta que tras 25 años en el deporte de élite diga que está obligado a empezar de cero ¿No le ha servido para ganarse la vida? 

A mí durante mucho tiempo me han dicho, ‘pues haber estudiado’. Entrenaba ocho horas al día, seis días a la semana. A cuatro meses de las competiciones importantes no había ni fines de semana. ¿Cuándo iba a estudiar? Tengo tres medallas olímpicas pero me quedan 15 años de hipoteca por delante. Y no es que haya ganado mucho dinero y me lo haya pateado en drogas y alcohol. No. He tenido esos problemas y los explico sin tapujos. Pero no ha sido ese el problema. El problema es que en estos deportes no se gana dinero, y me parece perfecto que lo ganen en otros, pero que sea un poco más equilibrado. Los deportes minoritarios somos siempre los grandes olvidados, menos en los Juegos que es cuando todos sacan pecho. No lo hacemos por dinero o reconocimiento. Lo hacemos por pasión, porque nos gusta. Pero que nos hayamos conformado con que las cosas sean así, no quiere decir que pensemos que es justo.

El libro es muy duro, pero deja un mensaje al final de esperanza, de que se puede salir y dar la cara.

Si no somos capaces de ver lo que nos ha perjudicado y nos ha hecho daño no podremos cambiar. A mí gritarlo a los cuatro vientos me sirve, me hace comprometerme con el resto del mundo. Cuando la gente no sabe algo, es muy fácil ocultarse. Por eso he estado 10 años en que nadie sabía nada de mí. Ahora para que no me pase más lo grito a los cuatro vientos. Esto es peligroso. Igual soy y no le pasa a una persona que no sea tan adictiva. A mí casi me hunde la vida. El otro día me preguntaban si después de haber salido del centro me había atrevido a tomar una cerveza. Me la he tomado para ponerme a prueba. Para ver que era imposible volverme loco otra vez. No le tengo miedo pero intento ser prudente. He aprendido para no volver al abismo nunca más.

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